Desde que asumió este
gobierno, se nos presentan a diario situaciones que nos golpean tan fuerte, que
sentimos la necesidad de reflexionar en voz alta para compartir la mirada sobre
la importancia de la construcción colectiva del sentido de comunidad, aspecto
capital en estos tiempos de tanto miedo, individualismo, dolor e incertidumbre,
siempre tratando de hacer foco en la imperiosa necesidad de afianzar los
vínculos sociales, porque es en momentos tan críticos como éstos, cuando sólo
se puede emerger teniendo internalizado el sentido de la otredad. (1)
(2).
Más allá de lo que podríamos diagnosticar -si esta nota se tratara de un
análisis político o sociológico- como una realidad social extremadamente
convulsionada a raíz de un gobierno de ultraderecha que no cesa de conculcar
derechos, no podemos dejar de advertir gestos preocupantes en lo concerniente a
la difusión (o no) y a la transmisión de la información (o no) por parte de los
distintos actores públicos, que trascienden lo meramente referido a los desajustes
emergentes de un atroz panorama epidemiológico y nos obligan a focalizarnos en
las estrategias comunicacionales y/o en el déficit de ellas.
Al ministro de salud de la Nación, (de obligadas minúsculas) que se llama Mario
Russo y que es un médico cardiólogo que se desempeñó mayormente en el sub
sector privado -y en la función pública a nivel municipal-, nadie le conocía ni
el rostro ni la voz porque estaba absolutamente desaparecido desde que asumió -al punto que muchos no sabían que existía- hasta ayer. Y decidió aparecer en
público para aconsejarnos, como si fuera cualquier hijo de vecino, sin
ruborizarse, sin un atisbo de pudor ni de dignidad, pero con absoluta falta de
respeto por la inteligencia de los argentinos, cómo debemos hacer para cuidarnos
de esta epidemia de dengue que lo tiene al país entero patas para arriba.
No puedo avanzar en estas reflexiones sin confesar que en más de tres décadas
de trabajar en el sector salud de mi provincia, en los subsectores público y de
seguridad social, ni en las situaciones de emergencia más extremas que me
tocara gestionar -que fueron unas cuantas-, jamás le escuché decir a un
funcionario del área de ningún rango jerárquico -ni siquiera a un empleado
raso-, la cantidad de despropósitos que le escuché ayer a Russo.
Tampoco puedo dejar de confesar que estoy acudiendo a mi gemelo más sereno
y a mis conocimientos de lengua y de gramática para que, ni por un instante, se
sientan habilitadas mi rabia y mi impotencia de transmutar en insultos o en
agresiones, porque para ofender y agraviar ya tenemos una legión de libertarios
rentados “con la nuestra”.
Y con deliberada arrogancia, por el respaldo que me otorgan mi formación
académica y mi experiencia laboral, le digo al mayor responsable de la salud
pública de mi país que no sólo incurre en falacias imperdonables, sino que usa
frases tan indecorosas que si Argentina toda no tuviera hoy indicadores de
morbi-mortalidad alarmantes producto de la nula gestión de esta nueva tragedia
sanitaria, bien podrían terminar en un meme.
En otro orden de cosas, también en tono de confesión, debo decir que yo crecí
escuchando a mi padre sus relatos de cuando él era de pantalón corto o de
cuando aún no había alargado los pantalones para referirse a esa etapa de
transición en la vida de los adolescentes de entonces, cuando aún con la voz
aflautada, empezaban a afeitarse y a querer que se los tratara como
hombrecitos. No había vuelto a escuchar esos conceptos hasta ahora, en que con
el carácter de “bajada de línea”, el ministro nos advertía sobre largos de
pantalones a usar como protección para que no nos pique el mosquito. Mientras
declamaba que la Nación no es el supermercado de las provincias; que la
decisión de vacunarse contra el dengue es una cuestión personal entre el paciente
y el médico de cabecera; que se confunde bajo perfil con inacción; la novedad
de que si no hay mosquito no hay dengue -y otras perlitas por el estilo-
insertas en un contexto de incertezas y de vacilaciones que no hacen sino
reafirmar que para LLA el estado, reducido a la mínima expresión, no debe
intervenir nunca en los asuntos que hacen al bienestar de la comunidad
-tal como rezaban las promesas electorales de un enajenado que justamente llega
al poder por la fascinación que esas mismas banderas despertaron en la mayoría
de la sociedad-
El escenario sanitario nacional, especialmente en la región norte y centro del país, no podría ser más preocupante y es justo ahora cuando, en una suerte de federalismo mal entendido, este señor dispone que sean las provincias las que decidan qué políticas resultan más conveniente mientras anuncia, desconociendo el rol de rectoría que le compete al ministerio a su cargo, que la vacuna no entrará en el cronograma.
Dr. Russo, usando su ejemplo sobre vestuarios adecuados: pierda cuidado, el pueblo hace rato que está en condiciones de alargar sus pantalones.Usted, definitivamente no.
Referencias:
- (1) - El filósofo francés Jean Paul Sartre utilizó ese término para estudiar a
fondo la existencia de uno mismo a través de lo que sería la mirada del otro.
Así estableció que la otredad se encontraba presente en el día a día de
cualquier persona a través de la empatía, el rechazo, la tolerancia o la
simpatía
- (2) - El escritor mejicano Octavio Paz también abordó el término otredad y todo
lo que este lleva aparejado. Tan a fondo analizó la palabra que, incluso, es
conocido por muchos como el poeta de la otredad.
(*) La autora es Farmacéutica. Especialista en Políticas Públicas, en Políticas de Uso Racional de Medicamentos y en Calidad de Vida.
Diplomada en Gestión de Políticas Sanitarias y en Comunicación en Salud.
Ex Vocal del Consejo Provincial de Salud.
Ex Responsable Provincial del Programa REMEDIAR.
Ex Directora de la Farmacia Oficial de Tucumán.
Ex Directora del CENTRO DE CALIDAD DE VIDA del IPSST.
Fuente: https://www.sucesostucumanos.com.ar/inicio/noticia/24043/El-ministro-de-pantalones-cortos.html