Podríamos
comenzar estas líneas nombrando algunas palabras y conceptos como aventura;
soledad del poder; legitimidad de gobierno, gobernabilidad; el mejor candidato;
chivo expiatorio; fusible; impunidad. (Foto: Juan Ignacio Roncoroni, EFE.)
El sistema de partidos
políticos es la base para un sistema democrático sólido, unido ésto a la
formación de dirigentes. Eso, en la Argentina ha sido destruido y ello forma
parte de la caída política, económica y social durante las últimas décadas.
Hoy ya muy pocos quieren ir a una unidad básica o a la
sede de un partido político (o incluso a tomar un café) a discutir los
problemas que tenemos como comunidad, si no hay algo a cambio, si no hay una
compensación inmediata. La falsa cultura de la inmediatez domina la política,
si que se le puede llamar política.
Aquello de dialogar en las unidades básicas, generaba
los filtros necesarios en las bases para al menos en teoría, promover
dirigentes mínimamente formados y comprometidos, aún cuando hubieran lobbies
vernáculos y externos para promover a tal o cual candidato.
Hoy el espacio mediático televisivo, ha reemplazado al partido político y
al diálogo. El debate se resume a un guión de preguntas y respuestas
previamente pactadas y “coucheadas”. La narrativa sólo versa en si se va a
favorecer a tal o cual interés económico, bajo una pantalla de supuestos
beneficios que nunca llegarán.
Es así que con un maratón de 2 años en los canales de
televisión, y sin experiencia y trabajo de base en la política, tenemos un
presidente nuevo que hasta cuesta mencionarlo por su nombre, y que porta una
ideología distópica llamada libertarismo, ocupando el sillón de Rivadavia.
No ha sido votado por su sapiencia, ni por su
experiencia, ni por su ideología y ni siquiera por sus propuestas. Primero ha
sido elegido para favorecer intereses, y segundo ha sido votado desde el pueblo
sólo por un sentimiento de bronca: el “voto heladera vacía”. Votar
al menos malo o al que tiene alguna buena nueva sólo en el discurso, es un
salto al vacío. Carecemos como pueblo de los filtros para las trampas
esenciales, aún cuando a nivel individual se sabe que “son todos lo
mismo”.
La aventura distópica libertaria sólo puede darse en
un país quebrado, donde no existen ya redes de sostén y contención, ni de poder
partidario, ni institucional (por llamarlo de alguna manera). La Argentina es
un país politizado, pero sin cultura política, como dijera el General Perón. Se
ha convertido a la política en un partido de fútbol, donde priman los
sentimientos y emociones más elementales y reaccionarias. Nadie en su sano
juicio racional y de conocimiento consciente, puede votar a un ejemplar
libertario. «Es más fácil engañar a la
gente, que convencerlos que han sido engañados», dijo Mark Twain.
Esta aventura política significa que es
un presidente sin bases de poder, sin estructura. Sin embargo, la estructura no
sería lo importante, si estaríamos frente a un estadista, y el libertario está
en las antípodas de ser un estadista, ni siquiera aspiracionalmente. Y si
llega al poder sin estructura, la única respuesta para dicha causa es que ha
sido puesto allí, por determinados intereses y factores de poder.
La distopía libertaria, sólo podrá gobernar, si la supuesta oposición se lo
permite. Esta es la soledad de la que hablamos.
La pregunta es: ¿qué pensarán los intendentes, los
gobernadores, los senadores y diputados nacionales que hace décadas batallan
por una Argentina mejor, (incluyendo a los malos), o incluso para tener que
soportar este arribismo imberbe en la Rosada?, ¿tendrán la paciencia?
Sí, el libertario, es el mejor candidato. Ha sido el
mejor candidato de los poderes fácticos. Viene a terminar o continuar una
tarea. Pero vale la pena mencionar, el libertario no sólo es un “frontman”, un
representante de. Es que esta parte que aquí escribe no lo dice, ha sido el propio
libertario quien expresó que representa los poderes angloestadounidenses y de
Oriente Medio. Aclaremos esto: el libertario no representa los intereses del pueblo argentino, o en su
defecto, lo hace sólo de forma subsumida.
Cabe preguntarse también, ¿cómo de esta manera
se puede tener gobernabilidad? (el “viento de cola” político favorable
para implementar políticas de gobierno, la capacidad de gobernar).
He aquí la respuesta: la gobernabilidad es un concepto
abstracto. El sistema presidencialista de nuestro país tiene una concentración
expresa y tácita de poder, pero hay que saberla utilizar.
La gobernabilidad,
puede darse fácticamente (con la birome disciplinadora). Es que hoy en
día, lamentablemente, la política como arte de lo posible, se termina cuando
hay necesidades de caja. Dinero mata valores. Los camaleones están a la orden
del día.
El problema y el Talón de Aquiles del
presidencialismo, es su posibilidad de ser aislado en el puesto por los poderes
reinantes. El presidente puede convertirse en una persona en soledad, y esta
soledad no se refiere a una cuestión de estado solitario, sino de cerco e
incapacidad de ejercer el poder.
Es que la soledad en el poder, se puede dar por muchos
factores, entre ellos, cuando nadie alrededor quiere pagar el precio político
de la destrucción del país y de las medidas que se tomarán en contra del
pueblo. Ajuste, destrucción de la moneda, hiperinflación, pobreza material e
intelectual, inseguridad y violencia, etc.
Cuando
la debilidad se hace presente en el Poder Ejecutivo, los que deciden son los
poderes fácticos. Con un presidente aislado, la birome pueda usarse, como
se ha hecho en muchos casos hasta el presente, para servir a poderes que no
responden a los intereses del pueblo argentino, y cuando no se responde a los
intereses del pueblo argentino, se
atenta contra el pueblo, se lo perjudica.
Cuando existe una “birome” débil y servil, a las
decisiones la toman otros, y cuando otros deciden, el sillón de Rivadavia se
transforma en un fusible, tanto si ya cumplió su ciclo de medidas, como si no
obedeció del todo a la agenda interpuesta.
Y es aquí cuando deviene el chivo expiatorio.
El mencionado en cuestión deviene en un mandatario fusible, donde
podrán cometerse los peores crímenes económicos contra el pueblo y contra la
soberanía de la Argentina, sin que haya responsables directos por ello, y sólo
habrá un culpable: el libertario en soledad.
La ideología woke
Una vez cumplido el ciclo, ajuste, deuda, desocupación
crónica, industricidio, entre otros, el libertario será prescindible, estará
solo, incluso se dudará de su salud mental y se recurrirá a los registros
históricos, el libertario será el chivo expiatorio.
Para todo lo anterior, no hay mejor plataforma y base
que una ideología woke, como lo es el libertarismo.
Citando al diccionario
Oxford, define woke como “una palabra que a menudo se usa con desaprobación por
parte de personas que piensan que otras personas se molestan con demasiada
facilidad por estos temas, o hablan demasiado sobre ellos de una manera que no
cambia nada», o como apunta el diccionario Merriam-Webster, “se usa con
desaprobación para referirse a alguien políticamente liberal (como en asuntos
de justicia racial y social) especialmente de una manera que se considera irrazonable o extrema”. Este concepto
se refiere al progresismo, pero perfectamente extrapolable al libertarismo.
Cuando gobierna el mercado, cuando el mercado decide,
significa que deciden los factores económicos más poderosos. Lo hacen con
propaganda mediática, con lemas como “el mercado reaccionó” o con las
cotizaciones del día. Allí no se sabe y no se quiere identificar quién es el
causante de los males, por la lógica razón delictual económica,
«La economía nunca ha
sido libre: la controla el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen los
grandes consorcios en perjuicio de éste», dijo Juan Domingo Perón.
La ideología woke libertaria es una
ideología adolescente, esconde trampas y engaños, y cuando hay trampa y
engaños, ese es el mejor terreno para cometer los peores delitos, pues tiene
como base la mentira. Ninguna ideología extrema como la libertaria podrá traer
felicidad para el pueblo.
La verdad es que «NADIE SE REALIZA
EN UNA COMUNIDAD QUE NO SE REALIZA”. Lo único que salvará a la Argentina es el
verdadero peronismo, aquél que hace un justo equilibrio entre persona y
comunidad, en beneficio, para la grandeza y felicidad de la Nación Argentina.
Ariel Valloud - Labor Peronista
2 de diciembre de 2023.