Escribe: Carlos A. Villalba*
Es imposible que una persona con dificultades para
hilvanar dos frases consecutivas, antipática y sin otra propuesta que el
exterminio de sus rivales, pueda ser presidenta de un país como la
Argentina. La primera vuelta electoral la sacó de carrera, se llamaba Patricia
Bullrich.
También es imposible que logre acceder a la jefatura
del gobierno nacional un candidato emocionalmente inestable, que promete
terminar con décadas de beneficios para la mayorías populares, dejar al país
sin moneda y romper relaciones con los principales socios económicos, como lo
hace Javier Milei, o… un ministro de Economía en funciones, con índices
inflacionarios superiores al 10 por ciento mensual durante el último año, como
es el caso de Sergio Tomás Massa.
El asunto, es que uno de estos dos últimos está a un
paso de gobernar el país. El absurdo, la Historia, los desencantos y,
seguramente, el espanto, así lo decidieron. El estado de orfandad, desilusión y
deterioro de sus posibilidades materiales que atraviesa la ciudadanía, terminó expresándose en los comportamientos
electorales de agosto y octubre pasados.
Aquel casi 30% de votantes que lo acompañó, se sacó la bronca del litro de leche imposible de comprar para alimentar a los hijos, de mirar el asado casi con la distancia de una joya, de la falta de derechos para tantísimos trabajadores jóvenes e, incluso, de sueldos que no alcanzan hasta para los que trabajan en blanco.
Hoy… el músculo peronista, su proverbial militancia
barrial, la conciencia clara de vecinas y vecinos que consiguieron de a uno los
voto en barrios, iglesias, almacenes, colas de transporte… decidieron acompañar
el esfuerzo de un Sergio Massa que, a pesar de vestir el traje más incómodo que
puede tener un candidato en esta etapa del país, el de ministro de Economía de
una administración calamitosa, salió a explicar que, en realidad, él no es él,
que recién lo será a partir del 10 de diciembre, si es que se impone en los
comicios del próximo 19 de noviembre. Remontó 9 puntos y se puso un 7% por
encima del candidato “anarcolibertario”. Por si todavía quedan distraídos,
digamos que así se denominan aquellos que quieren la destrucción del Estado
para que los grandes grupos económicos se encarguen de administrar el país, a
través del manejo del mercado; en realidad de saquear las riquezas de todos en
beneficio propio y de las transnacionales y, claro, administrar los cementerios
en los que se apoyarían sus gestiones de recorte y represión.
Voltear un poquito la tortilla
La noche misma en que fue el más votado en la primera
vuelta, Massa le indicó al titular de la Comisión de Presupuesto de Diputados
que convocase a ese organismo a sesionar de manera urgente, para diseñar una
propuesta para 2024 con 1% de superávit fiscal. Del otro lado del teléfono, a
Carlos Heller --el parlamentario más
consustanciado ideológicamente con la idea de terminar con las normas
financieras de Martínez de Hoz, que 40 años de constitucionalidad no alcanzaron
a demoler, y con la toma de renta de los grupos de poder económico y financiero
a través de una estructura tributaria progresiva-- se le debe haber hecho agua
la boca al escuchar que los fondos para lograr esa hazaña en tiempos de vacas
flaquísimas, debería salir de los beneficios que las leyes otorgan a los
sectores más poderosos de la economía, que suman un 4,8 % del PBI.
A juicio del ministro-candidato, para alcanzar su
meta del 1 %, no basta con revisar
las partidas del Estado, como hacen los ajustes tradicionales que perjudican a
las mayorías, sino que, esta vez, hay que hincarle el diente también al
conjunto de beneficios impositivos que gozan los poderosos, desde exenciones
hasta regímenes especiales.
Las precisiones que se acercaron presurosas a los
miembros de la Comisión indican, por ejemplo, que 2,34% del total de los privilegios corresponden a normativas
impositivas y excepciones; otro 2,38 % surge de plataformas digitales, exención
a la locación de inmuebles rurales, renta por venta de acciones y títulos; un
0,30 % del PBI se resigna por los beneficios de aquellos que no pagan el
impuesto a las Ganancias, en castellano básico: los jueces. Esta
"situación inequitativa" se extiende a los inmuebles rurales y a
centenares de argentinos con propiedades en el exterior.
El Ministro reclamó que el Congreso decida cuáles son
las exenciones o regímenes impositivos que deben ser eliminados o modificados
para ajustar las cuentas del Estado. El candidato ya marcó un camino, se
metió en la Argentina futura que pretende administrar. Milei ya avisó que ese
camino, de equilibrio y redistribución, no será el suyo.
En el pobre debate privado de los candidatos a
vicepresidentes, los gritos chillones de la prodictatorial Victoria Villarruel
ya calificaron de “impuestazo” a esa propuesta de redefinición del enfoque
presupuestario.
Debatir bajo los tres palos
Los debates televisivos en la Argentina han tenido
poco o nulo efecto en la construcción del voto. En esta elección presidencial,
el escenario planteado al comienzo de esta nota, el enfrentamiento televisivo
cara a cara puede mover algunos milímetros la aguja del amperímetro, más allá
de que el análisis del comportamiento ciudadano sea prácticamente un imposible.
Esta columna ya especuló sobre las derivas que pueden
tomar los votos huérfanos de Horacio Rodríguez Larreta, la Izquierda Bregman (a
la que le surgió un Pollo Sobrero con una clara lectura de la tesis Sobre las
Contradicciones de Mao), Juan Schiaretti y, ahora, los del repudio del
radicalismo y de las y los desengañados del PRO “antidolarizador” y del
mileismo “anticasta”, ante el abordaje descarado de Mauricio Macri al barco escorado
del ultraliberal1.
En los comienzos de la puja, los tiktok “libertarios” controlaron la escena
y le dieron al sector un predominio digital que se traducía en simpatías/votos.
Más que la contraofensiva tecno del massismo, el
sectarismo/negacionismo/homofobismo de Miley y Villarruel, hizo que muchas
tribus de consumos juveniles específicos dieran la espalda al “fenómeno” que
parecía atrapar a primeros votantes o de poca edad y hasta lanzaran campañas de
rechazo contra ellos.
Prueba de ello son las expresiones desconocidas hasta
ese momento por el público mayoritario que irrumpieron con sus críticas, por
ejemplo los fans argentinos del grupo coreano más famoso, BTS, que repudiaron
las declaraciones "de odio y xenofobia" del sector, o los “otakus”,
lectores del manga y el animé que llamaron a votar en contra porque la
dolarización elevaría el precio de esos productos.
La pelea en ese espacio que “copaban” los, además,
ahora aliados del Macri, dio un salto con las expresiones de repudio de Lali
Espósito (12 millones de seguidores en las redes) y de Wos (7M) que, en el
cierre de su gira en el estadio de Deportivo Morón entusiasmó a la concurrencia
al rapear “No soy un falso león y no rancheo con los gatos”, que fue
acompañado desde el público con el grito futbolero “El que no salta, votó a Milei".
Son éstas expresiones que en otro contexto podrían carecer de
significación, pero en una elección “muy fina” pueden desarmar intenciones,
frenar votos y hasta invertirlos.
La frutilla de la torta de influencia juvenil la trajo
la cantautora y empresaria estadounidense Taylor Swift (276M de seguidorxs), que aterrizó en el estadio
+Monumental de River con sus prédicas contra el racismo, por la justicia, la
igualdad de género y diversidades, acompañada de sus locales "Swifties
contra La Libertad Avanza", que se expresaron formalmente contra el
candidato liberal y lo calificaron de "representante de la derecha
antidemocrática", comparable al expresidente Donald Trump, a quien su
ídola ayudó a derrotar en su intento de reelección.
Debatir es la consigna
Las encuestas, que no dan en el blanco desde hace
bastante tiempo, pero no solo por sus errores metodológicos sino también, y
mucho, porque es muy difícil medir un flan en pleno terremoto, después de la
primera vuelta electoral cambiaron la deriva que traían y, contra la ventaja de
Unión por la Patria que se ampliaba con ritmo, pasaron a poner a Milei arriba.
Las herramientas del Sistema de Propaganda Privada de los Medios de las
Corporaciones para crear una sensación de “triunfo” entre los votantes golpeados
por aquella derrota, por las patinadas de su candidato y por su abrazo a “la
casta” que tanto repudiaba y que, en la mayoría de los casos, en particular de
la juventud, fue decisivo para optar “por lo nuevo”. Las usinas del massismo
por temor a un “relax ganador” que desactive parte de la marea militante,
provincial y municipal, que “dio vuelta” el humor y condujo a su candidato
hasta el centro del escenario.
Ese es el marco en el que, por primera vez en la
historia política argentina, “el debate” puede jugar un papel importante en la
decisión de la ciudadanía que, en esta coyuntura, se divide en votantes,
votantes en blanco y abstencionistas o turistas de fin de semana larguísimo,
que son tres cosas diferentes pero con posibilidad de concurrir en un fenómeno
nunca visto desde que Raúl Alfonsín se asomó al balcón del Cabildo de Buenos
Aires el 10 de diciembre de 1983 y se abrazó a la multitud democrática:
porcentaje altísimo de faltazos a las urnas y de sobre vacíos o con papeluchos
inválidos en esas cajas que contendrán la decisión del rumbo de este momento
dramático del país.
Sergio Massa es quien es y muestra lo que es. Un ex
liberal devenido en peronista suave y gestor eficiente devenido en gestor
eficiente y redistributivo e impulsor de aquel peronismo de Perón de la Unidad
Nacional y el abrazo fraterno y del tercermundismo de esta globalización
multipolar en la que China o Brasil son imprescindibles para la sobrevivencia
de poderosos, medianos, pequeños, trabajadores… y trabajadoras... Algo que
Milei no entiende, o desprecia… y así le iría a pocos meses de asumir, y con un
pueblo más desesperado de lo que hoy está. Esa es la clave del “imposible” de
cada candidato citado al inicio y la paradoja de que, para muchos, Massa “es el
cambio”.
Con ese traje subirá
al estrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Buenos
Aires, para discutir a lo largo de 2 horas sobre Economía, Educación y Salud,
Relaciones Exteriores, Producción y Trabajo, Seguridad y Derechos Humanos y
Convivencia Democrática.
Lo harán sin papeles, como aceptó el sentido común de
la Cámara Nacional Electoral ante una compulsa como la actual, teniendo en
cuenta que un presidente preside, no se copia; podrán moverse por el escenario,
¿trivialidades…? No lo parecen ante uno de los candidatos que lagrimea cuando
ve una foto de su perro-asesor ya muerto, que leyó hasta sus declaraciones de
principios y que estalla si lo contradicen, y otro que siempre quiso ser
Presidente y aceptó subirse al Titanic de la administración argentina en su
peor momento, apostando a convertir la crisis en su gran oportunidad, lleva 12
meses buscando instalar la imagen de un coraje rayano con lo imprudente y medio
año impulsando medidas que, ahora, presenta como muestras gratis de “su”
gobierno.
Uno y otro deberán esmerarse, sobre todo sus equipos
que, salvo el caso del encanto impune de quien se sabe perdedora de antemano,
como Myriam Bregman, caen en la trampa de intentar, en vano, adaptar el
discurso al reloj, en lugar de imponérsele. Es decir, pretender que en uno, dos
o tres minutos, entren discursos cuya lectura solo de los títulos demandaría
entre diez y quince. De ese modo (fue el caso de Agustín Rossi el miércoles
pasado) tratan de meter con cadencia de metralla un millón de frases que, ni se
entienden ni son espontáneas. Especialistas muy bien pagos, nacionales e
internacionales, tal vez a alguno se le ocurra dominar al minutero con el
discurso y lograr que el candidato exprese solo lo esencial, pero con claridad,
destruya lo que el rival dijo antes, contextualice incoherencias y dislates y
se exprese con naturalidad, con calidez y tono coloquial. La mayoría de los
docentes públicos podrían proponérselo a su alumnado, de cuarto grado en
adelante.
Mujeres y hombres, jóvenes y ni tanto, estarán del
otro lado de las pantallas, como antes estuvieron en cada timbre, plaza,
colectivo, escuela, negocio. Muchos recibirán el último empujón, el de no votar
a Massa pero no soportar a Milei y rajarse o, al revés, el de rechazar al
peronista, taparse la nariz y poner la boleta recontraliberal…
Por una vez el juego de la ausencia puede definir una
presencia, entre compleja y desastrosa.
*
El autor es Periodista argentino. Investigador asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/). Miembro de la
Usina del Pensamiento Nacional y Popular.
Fuente: https://www.agenciapacourondo.com.ar/opinion/massa-presupuesta-el-futuro-argentino