Investigadores tucumanos estudian el orujo de la uva con el
objetivo de lograr un preparado nutraceútico con
propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y
antienvejecimiento. El equipo completo formado por Mario Arena, Mariana Danilovich,
Graciela Corizzi (contadora), Lic Marilina Manzur, Lic Micaela Núñez, Romina
Torres Carro, María Rosa Alberto y Pablo Tapia.
Los
investigadores tucumanos sostienen que el orujo de la uva, compuesto por los
palitos, la piel, la pulpa y las semillas, tiene poder antioxidante y podría
inhibir el crecimiento de bacterias patógenas en el intestino.
El
equipo de trabajo realizó los ensayos in vitro con los residuos de la industria
vitivinícola de los Valles
Calchaquíes y comprobó que el extracto del orujo procesado
tiene capacidad antioxidante, antienvejecimiento y antiinflamatoria. Es por
esto que trabajan para lograr un preparado nutraceútico con propiedades
antiinflamatorias y antioxidantes.
El tema es
desarrollado como tesis doctoral por el médico Pablo Tapia, bajo la dirección de la doctora María Rosa Alberto y
la codirección del doctor Mario Arena (ambos investigadores y profesores de la
UNT y del CONICET).
También participaron en esta investigación Romina
Torres Carro y María Danilovich, ambas personal de
apoyo del Conicet, y Elena Cartagena, docente de la UNT.
Los estudios se
realizaron en los laboratorios del Instituto de Biotecnología Farmacéutica y
Alimentaria (INBIOFAL), de doble dependencia entre la Universidad Nacional de
Tucumán (UNT) y el Conicet, y en la Facultad de Bioquímica Química y Farmacia.
Mario
Arena señaló que “en este trabajo buscamos dar valor agregado a los
subproductos y a los residuos de la industria vitivinícola de nuestra región,
mediante la búsqueda y la selección de productos con propiedades beneficiosas
para la salud humana, tales como actividad antiinflamatoria, antioxidante e
inhibición de la virulencia de bacterias patógenas humanas contaminantes de
alimentos, por medio del control de su mecanismo de comunicación”.
María
Rosa Alberto comentó que las uvas poseen fitoquímicos
como alcaloides, terpenos, saponinas,
aceites volátiles y un amplio y diverso
grupo de compuestos fenólicos abundantes
en la piel y las semillas, que están vinculados a efectos beneficiosos en la
salud. “Se sabe que los compuestos flavonoides,
una familia de polifenoles,
tienen efectos antivirales, anticancerígenos, antioxidantes, antimicrobianos,
antiinflamatorios, anticolesterolémicos y antitrombogénicos, entre otros. Otro
beneficio es que los compuestos fenólicos del vino, que no son absorbidos en el
intestino delgado, llegan al colon donde son fermentados y desconjugados por
enzimas bacterianas y son capaces de inhibir el crecimiento de bacterias
potencialmente patógenas”, enumeró.
La
investigadora sostuvo que, en los últimos años, los polifenoles han atraído un
creciente interés por sus beneficios potenciales para la salud en la prevención
de enfermedades cardíacas, hepáticas, neurodegenerativas, respiratorias,
intestinales, de síndrome metabólico y ciertos tipos de cáncer, por lo que se
utilizan en diferentes productos alimenticios (como colorantes o antioxidantes
alimenticios) y en aplicaciones farmacéuticas (como nutracéuticos). Agregó que
el grupo de investigación también estudia las propiedades de los desechos de la
industria olivícola, citrícola y de dulces y mermeladas.
El
médico Pablo Tapia aseguró, a su
turno, que la composición química del orujo (pepitas y piel de la uva) varía
dependiendo del varietal, el suelo, la altura y el clima donde se cultiva la
vid e, incluso, según la forma del estrujado (suave o excesivo). “Por eso es
muy importante caracterizar el orujo de cada región mediante el estudio de su
composición química y sus propiedades funcionales o beneficiosas para la salud
humana. Nuestra hipótesis es que los subproductos de la industria
vitivinícola de los Valles Calchaquíes contienen metabolitos bioactivos, aptos
para el desarrollo de un aditivo funcional que pueda ser incorporado a los
alimentos, a la industria farmacéutica o a la cosmética”, precisó.
Financian
este proyecto la AGENCIA I+D+I, la UNT, el Conicet y la Agencia Nacional de
Laboratorios Públicos. El equipo ensayó con los residuos de la industria
vitivinícola del Noroeste Argentino que incluye los varietales: malbec,
torrontés, tannat y bonarda.
Doble beneficio
Mario
Arena comentó que la industria vitivinícola genera una gran cantidad de
residuos orgánicos que resultan altamente contaminantes para el ambiente. “El cultivo de la vid es un cultivo estacional; la producción de vino se
restringe a pocos meses y produce una gran cantidad de desechos con elevada
carga de materia orgánica en poco tiempo”, comentó.
El
investigador añadió que la Argentina es el quinto productor mundial de vino, y según las condiciones de cosecha
de las uvas, los residuos pueden alcanzar el 20% del volumen total. “El
orujo que constituye el 62% de los residuos generados en la bodega se produce durante
el prensado de la uva y está constituido principalmente por la piel y las
semillas de la baya. Por lo general, estos residuos son quemados, usados para
la alimentación del ganado, como abono, o desechados en ríos”,
desarrolló.
En ese sentido, el especialista
comentó que, en el caso de prosperar la investigación que realizan, además de
conseguir un compuesto nutraceútico aliviarán la cantidad de residuos que
genera la industria vitivinícola local.
Fuente: https://argentinainvestiga.edu.ar/noticia.php?titulo=un_compuesto_nutracutico_a_partir_de_residuos_de_vinos_calchaques&id=6525
Periodista: Daniela Orlandi