La CNEA - Comisión Nacional de Energía Atómica- enriquece uranio para los combustibles de los reactores de nuestro país desde hace 40 años en las instalaciones del CTP. Más recientemente, allí comenzó el desarrollo tecnológico para la producción de electrolitos, insumo esencial para fabricar baterías de ion-litio.
Hoy, el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (CTP) le
permite a la Argentina ser parte
del pequeño grupo de trece países con dominio de esta tecnología.
La planta de
enriquecimiento de uranio ubicada en el paraje Pichi Leufu Arriba, a unos 60
kilómetros de Bariloche, fue construida a fines de la década de 1970 por la
empresa INVAP S.E. para la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Su finalidad era producir uranio enriquecido para la fabricación de elementos
combustibles para reactores de potencia y de investigación en Argentina, lo que
permitió obtener el manejo del ciclo combustible de manera autónoma, sin
depender de proveedores internacionales y/o de las restricciones en su
comercialización.
Actyalmente,
el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (CTP) genera
que Argentina ser parte del pequeño grupo de 13 países con dominio de esta
tecnología. Con un plantel de 150 técnicos, profesionales y personal de
apoyo, en su mayoría ubicados en la planta de Pilcaniyeu, y un porcentaje menor
en el Centro Atómico Bariloche (CAB), el complejo
continúa implementando nuevos desarrollos e investigaciones para el futuro.
Su hito y muestra del avance
nuclear argentino se alcanzó en el año 1983, cuando se obtuvo uranio
enriquecido a escala semindustrial con el método de difusión gaseosa, siendo el
séptimo país en el mundo ‒en aquel entonces‒ con esa capacidad. Luego, continuó
su desarrollo durante toda la década de los años 80, con el fin de proveer este
metal a las centrales nucleares de nuestro país.
“En aquellos
años nos enfocamos hacia el proyecto de la necesidad autónoma de enriquecer
uranio desde la Argentina, por las restricciones internacionales que hubo luego
del accidente nuclear ocurrido en la India y, por lo tanto, la dificultad para
acceder a ciertos componentes y fabricar combustibles nucleares para los
reactores que se pensaban exportar”, comenta el actual gerente del CTP Daniel
Brasnarof.
Sin embargo,
las actividades se paralizaron por completo en el año 1996 como efecto del
cambio de contexto internacional de la energía nuclear y por diversas
decisiones políticas económicas nacionales. Finalmente, esas medidas motivaron
que durante esos años la actividad se restringiera al mantenimiento y
preservación de la planta con un plantel mínimo de trabajadores.
Tras doce años de postergación, a principios del año 2007 y con el impulso del relanzamiento del plan
nuclear argentino, se iniciaron las tareas de reacondicionamiento y
actualización del complejo para recuperar las capacidades técnicas y de
recursos humanos, formando personal acorde a las nuevas tecnologías
disponibles y mejorando estándares a nivel operativo y de seguridad.
También se
llevó a cabo una readecuación de las disposiciones ambientales vigentes y se
presentó un estudio de impacto ambiental, realizado por la Universidad del
Comahue y un Plan de Gestión Ambiental para la puesta en marcha de las
diferentes plantas del complejo.
En el año
2015, meses después del anuncio del gobierno sobre el reinicio de las
operaciones y la puesta en marcha para avanzar en el autoabastecimiento de este
insumo crítico, se realizó una audiencia pública convocada por la Secretaría de
Ambiente y Desarrollo Sustentable de Río Negro, sobre la reactivación del
módulo experimental para enriquecimiento de uranio del CTP.
El subgerente de Operación y
Mantenimiento de la planta Marcelo Herrera, maquinista naval de formación y ex
combatiente de Malvinas, recuerda: “Tuve la oportunidad de estar como
supervisor trabajando en la planta el día que se encontraba en marcha e inició
su primera carga. El desafío que apareció en ese momento para el equipo que
formábamos con especialistas de todo el país fue indescriptible”.
Cómo es el procedimiento de enriquecimiento de uranio y por qué es estratégico
Las
centrales nucleares utilizan como combustible, uranio natural o uranio
ligeramente enriquecido. Este elemento químico se encuentra conformado
esencialmente por dos isótopos: el U238, que en la industria nuclear es
considerado un isótopo fértil, y el U235, considerado un isótopo físil. Este
último es el que permite hacer funcionar a los reactores nucleares.
Para hacer
un mejor uso del material, esa composición isotópica debe ser modificada
mediante un proceso que se conoce como enriquecimiento de uranio, en donde se
lleva el material a una concentración isotópica que puede ser del 0,85% al 93%
en U235.
Por este
motivo se busca enriquecer el uranio natural, para que la concentración de U235
sea mayor a lo normal y así posibilite que se extienda esta reacción en cadena
para obtener mayor eficiencia de los reactores nucleares. En el CTP el método que se utiliza
es el de difusión gaseosa, que consiste en hacer pasar gas de uranio a través
de una membrana porosa. También se desarrolla por medio de la tecnología
centrífuga y del uso de láseres para lograr la separación.
Las regulaciones respecto al proceso de enriquecimiento son muy exigentes a
nivel mundial. Es un escenario dominado por la competencia y los países que
atesoran estas capacidades tienden a establecer fuertes restricciones. Así
también, desde el punto de vista de la no proliferación nuclear, esta es una
tecnología crítica que necesita estar sometida a un estricto control
internacional.
“La
capacidad de enriquecimiento de uranio que tenemos es estratégica, tanto por la
independencia que conlleva en decidir las opciones de provisión de energía, en
el manejo de los recursos para nuestro país, como también para la producción de
radioisótopos que se utiliza en medicina nuclear”, señala Daniel Brasnarof.
La planta y sus desafíos actuales
Además del enriquecimiento, en esta
planta de 30.000 metros cuadrados de superficie se vienen desarrollado capacidades únicas en el país en
producción de compuestos fluoruros, que consisten en el desarrollo tecnológico
para la producción nacional de electrolitos, insumo esencial para la
fabricación de baterías de ion-litio.
Este
procedimiento se realiza a partir de la síntesis de la sal hexafluorofosfato de
litio (LiPF6) y la formulación de la preparación de soluciones específicas para
tal fin. El proyecto incluye la síntesis de LiPF6 a escala laboratorio (1-10
gramos) y el posterior crecimiento en una escala de 500-1000 gramos. Finaliza
con el diseño conceptual de una planta de producción de aproximadamente 2
toneladas anuales.
Del
mismo participan la Gerencia Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (CNEA),
YPF Tecnología SA, CLORAR Ingeniería SA y el Centro de Química Inorgánica
CEQUINOR-CONICET, y tiene como objetivo fortalecer las capacidades
científicas, tecnológicas y de innovación locales que aporten al proceso de
transición energética nacional.
“Esta es una
gran oportunidad que hemos planteado y la CNEA tiene ese andamiaje para
contribuir en esta etapa inicial y luego poder pensar a otra escala un poco más
grande o industrial”, concluye Brasnarof, respecto a este nuevo desafío para el
desarrollo de tecnologías vitales en la transición energética.
Advertir que, desde la Argentina,
país con grandes avances en los usos pacíficos de la energía nuclear, se cuenta
con esta tecnología de enriquecimiento, permite, además de asegurar la
provisión de elementos combustibles para los reactores de potencia, garantizar
la producción de radioisótopos para medicina nuclear, los procesos industriales
de irradiación y el combustible para el reactor nuclear de potencia 100%
argentino CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares). Todos estos avances
se traducen en soberanía energética.