En el marco del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, Mariana
Herrara Piñero, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, reflexiona
sobre el presente y futuro de la institución que logró la restitución de
cientos de nietos y bebés apropiados durante la última dictadura
cívico-militar. La importancia de crear una ley nacional de búsqueda e
identificación de personas desaparecidas, entre sus próximas metas.
Escribe Marianela Ríos
Una mujer murmura
palabras inconexas sobre la camilla de una clínica. Los párpados se cierran.
Intermitentes, como un foco de luz que está a punto de apagarse, oponen
resistencia.
-Relajate, mami.
Nosotros nos ocupamos a partir de ahora.
Está a punto de parir, pero ya casi no siente nada. Las palabras de la
partera no la tranquilizan. Se aferra a las últimas imágenes que llega a ver.
Destellos blancos. Caras. Una mano sobre su panza. Otra cara. Oscuridad.
El robo de bebés durante la última dictadura cívico-militar fue
sistemático. Los circuitos de tráfico de niños, ya existentes por esos años,
fueron, con la complicidad de médicos, enfermeras y parteras, utilizados por el
propio gobierno militar para perpetuar el ocultamiento de otros infantes
apropiados. En la identidad de cientos de personas de ese período de la
historia se gestó una deuda que, más tarde, las Abuelas de Plaza de Mayo, la
Comisión por el Derecho a la Identidad y el Banco Nacional de Datos Genéticos
(BNDG) vendría a saldar.
El BNDG es, en sí mismo, un inmenso archivo de material genético y muestras
biológicas de familiares de personas que fueron secuestradas y desaparecidas
durante la última dictadura cívico-militar argentina. Desde 2015, es dirigido
por Mariana Herrera Piñero, doctora en Ciencias Biológicas por la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y una de
las fundadoras de la Sociedad Argentina de Genética Forense.
“El tiempo juega un rol central en nuestro trabajo”, asegura en diálogo con
la Agencia CTyS-UNLaM, y adelanta que una de las metas científicas para este
año es consolidar una metodología para poder identificar a los nietos, a partir
de los bisnietos, para aquellos casos en los que ya fallecieron.
¿Qué significa el 24
de marzo para quienes trabajan en el BNDG?
En el plano individual, yo era una adolescente cuando sufrimos la dictadura
cívico militar. Tengo tres primos desaparecidos y una prima, que estaba
embarazada, dio a luz en Campo de Mayo y la mataron a golpes, quitándole su
bebé. Vi gente asesinada por la Policía en la calle. Así que no es fácil y, en
esta fecha, una hace un ejercicio de memoria: dónde estaba, qué era lo que le
pasaba, cómo se normalizaban determinadas situaciones. Había cosas de las
cuales no se hablaba. Recuerdo a mi papá tratando que supiéramos lo menos posible
y había mucho miedo a lo que pasaba con mis primos que estaban en la
clandestinidad.
En lo que tiene que ver con el Banco, yo creo que nosotros, a lo largo de
todo este tiempo, hemos caído en la cuenta de que también estamos
escribiendo la historia de este país, que esta demanda de un grupo de mujeres y
de la sociedad de dar una respuesta a qué fue de los niños y niñas nacidos en
cautiverio durante la última dictadura es una demanda enorme, por la
significancia en lo que tiene que ver con las políticas de Memoria, Verdad y
Justicia y los 40 años de democracia.
Cuando uno no devuelve una identidad, ese delito se sigue perpetuando y eso
genera la conciencia de que no se puede cerrar el capítulo de una dictadura. No
es el pasado, es un presente permanente y vivo.
"El tiempo juega un rol central en nuestro trabajo", asegura Herrera Piñero. (Foto: gentileza del BNDG).
El tiempo juega un rol central en nuestro trabajo porque, a partir del
momento que los nietos empezaron a cumplir 21 años, hubo un salto muy
importante en la afluencia de personas que se acercaron al Banco. La mayor
parte de las restituciones se generaron a partir de que los nietos fueron mayores
de edad. Hasta 1999, llegaban aproximadamente 54 personas al Banco por año.
Ahora estamos en un promedio de 1200 personas.
En la medida que los nietos van creciendo, esos cuestionamientos respecto
de su propia identidad también crecen. Pueden tardar años, pero, en algún
momento, vienen voluntariamente . Incluso muchos, por no querer generar un
problema con sus padres legales, empiezan a concurrir a partir de que fallecen.
Con la edad, lo que también sucede es que esos nietos y nietas que tienen
dudas, empiezan a tener hijos y ahí comienza una toma de conciencia, porque
entienden el amor desesperado de un padre o madre hacia un hijo y que lo peor
que les podría pasar es que se lo separe de ellos y su núcleo familiar. Y
cuando un bisnieto de las Abuelas le hace un cuestionamiento a sus padres, es
desde el lugar de la propia identidad de ese bisnieto, porque la identidad se
hereda. Si hay una identidad fraguada, se hereda sobre la generación siguiente.
Durante el 2022,
además de la restitución de dos nietos, se logró el reencuentro de siete
jóvenes con sus madres biológicas. ¿Cómo comenzó ese trabajo y qué importancia
tienen esas restituciones?
Hubo varios disparadores. Lo que ocurrió fue que había muchas madres cuyos
derechos se vulneraron en el mismo periodo de la dictadura. Eran madres que,
por ejemplo, entraron a un hospital, las durmieron y les dijeron que su bebé
había nacido muerto y, en realidad, había entrado en un circuito de venta de
bebés, o chicas que quedaron embarazadas en la adolescencia y los padres por
vergüenza entregaron a sus hijos en adopción. Las llamamos madres víctimas de
trata porque todas denuncian algún tipo de irregularidad en la forma que le
sacaron a los bebés.
Algunas de ellas hicieron presentaciones en la Justicia, pero, durante muchos
años, no se pudo investigar, porque eran épocas muy difíciles, se veían
amenazadas en muchos casos. Entonces, ahora, la Justicia, sabiendo que hay una
base de datos de personas que son del mismo período, entendió que el BNDG era
el mejor lugar para comenzar a buscarlos. La dictadura no utilizó circuitos
distintos a los que ya había de robo de bebés en hospitales o parteras que
entregaba chicos, usó los mismos. Así que incorporar a estas madres era lo más
lógico.
Por el Banco han pasado, aproximadamente, unas 14 mil personas. Cuando son
nietos o nietas, se resuelve esa identidad, pero cuando no hay coincidencia con
los grupos de Abuelas, esas personas quedan en un limbo, así que incorporarlos,
y que se produzcan esos encuentros también son maravillosos.
¿Qué se vincula
el BNDG con las nuevas generaciones de jóvenes?
Los chicos y chicas que están en la secundaria ya tienen la edad de los
bisnietos de las Abuelas. Entonces, el trabajo que hacemos en las escuelas, ya
desde hace muchos años, para mí es maravilloso. No han entrado en los
“tironeos” alrededor de la palabra Derechos Humanos, son mucho menos
prejuiciosos que los adultos y mucho más abiertos a escuchar y cuestionar su
propia identidad.
Por un lado, para nosotros es muy importante llevar nuestra historia
reciente a las escuelas, contarles para qué sirve la ciencia, porque de ahí van
a salir vocaciones científicas. Es importante que tomen real dimensión de lo
que significa hacer ciencia para un país. Y, por el otro lado, que los mismos
chicos pudieran interpelar a sus padres, preguntándoles si conocen a alguien de
su generación que podría ser un nieto de las Abuelas o plantearles cómo se
sentirían en una situación que tenés vulnerada tu identidad. Una, en la
adolescencia, se cuestiona todo, es la etapa donde necesita saber quién es e
identificarse con un grupo de pertenencia social y cultural, entonces es una
buena forma de llevar estas políticas de Memoria, Verdad y Justicia.
¿Qué desafíos tiene el
BNDG por delante?
Yo creo que en Argentina hay una deuda respecto de la identidad de personas en otro período, pero es una deuda que no tiene que ver con una base de datos genéticos. Es una deuda de poner sobre la mesa una real discusión alrededor de toda la violencia los derechos de esas madres y niños en todas las instancias del Estado.
Para que le quiten un niño a una persona y entre en un circuito de
trata, tiene que haber habido alguien que firmó la partida, un médico de un
hospital que también fue cómplice, jueces, registros municipales, hay muchos
estamentos que dejaron que esto sucediera.
Entonces, la identidad de una persona se devuelve investigando ese circuito
y no en una base de datos genética, porque para que abarque todos los casos
tendría que ser una base de un millón de personas y tampoco podría estar
concentrada solamente en el Banco. Lo que se tiene que hacer es una base de
datos nacional, donde los laboratorios forenses puedan incorporar perfiles de
las provincias o municipios y que se pueda hacer una comparación a nivel
nacional.
Y otro punto importante es que, en este país no hay una ley de búsqueda e
identificación de personas desaparecidas.
“Nosotros estamos trabajando en una norma que nos permita, a nivel
iberoamericano, poder compartir perfiles genéticos, porque la trata de personas
atraviesa fronteras y ahí el Banco tiene un rol central, que es ser el único
organismo del Estado que tiene el know-how para establecer los procedimientos,
las políticas y los protocolos que se deben llevar adelante por otros laboratorios
forenses del país para que esa búsqueda sea exitosa.
En ese marco,
estamos trabajando en hacer una convocatoria a través de Cancillería que se
llama Iber Identidades, donde queremos juntar a todos los laboratorios públicos
de Latinoamérica para discutir procedimientos comunes que sirvan a nivel
internacional para estas situaciones que son nuestro presente.
Fuente: (Agencia CTyS - UNLaM)