Escribe Carlos A Villalba
A las 21 y pocos minutos del
jueves 1° de septiembre de 2022 se produjo el estallido político más serio en
décadas de la Argentina constitucional: el intento de asesinato de la
vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, dos veces titular
del Ejecutivo entre 2007 y 2015 y líder de uno de los movimientos político
sociales más importantes de Latinoamérica y el Caribe.
La imagen de la pistola que
falló el tiro del final a 15 centímetros de la cabeza de su objetivo, una Bersa
calibre 22, “apta para el disparo” según fuentes judiciales y con 5 balas en su
cargador, rompió con ese país de sensaciones que se vive en las últimas
semanas, al ritmo de las acusaciones de un sector judicial comprometido con los
intereses de las corporaciones económicas que representa Mauricio Macri y su
tropa y de los medios de propaganda que impulsan sus políticas.
El balazo que no salió logró
que esa región de impresiones en la que vive la población, según los estímulos
que descarguen sobre ella, fuese dramáticamente reemplazada por la real
realidad de un intento de asesinato, el de la política más querida del país,
tal vez una de las pocas (y menos pocos) que todavía generan un sentimiento que
solo se puede definir conjugando el verbo “amar”.
La Batalla de Juncal
La Vicepresidenta de la
República vive en un departamento ubicado en la esquina de Juncal y Uruguay, en
el barrio de Recoleta, uno de los más prestigiados de la Ciudad de Buenos
Aires.
Se convirtió una vez más en
epicentro de la política nacional a partir de la noche del 22 de agosto pasado,
fecha ya emblemática si las había en la historia local, por el “Cabildo Abierto
Justicialista” de 1951, que preanunció la renuncia de Eva Perón a integrar la
fórmula presidencial secundando detrás de Juan Domingo Perón, y por la masacre
de combatientes populares producida en 1972 por la dictadura cívico-militar, en
ese caso de Alejandro Agustín Lanusse. Ese día, Cristina presentó su
contra-alegato a la acusación de la fiscalía federal que pidió 12 años de
prisión para ella, pretendiendo transformar la gestión de un gobierno
constitucional en una “asociación ilícita”[i].
Horas después se juntó un
grupo de personas en esa esquina; empezaron los insultos contra la ex
mandataria, intentaban construir el foco de una repulsa generalizada a nivel
nacional. En minutos respondieron centenares de mujeres y hombres, jóvenes y
mayores fueron a abrazar a Cristina.
Aquel repudio de minoría
devino en apoyo mayoritario y, también, en un espejo de sensaciones. De un lado
el jefe de gobierno de la Ciudad, el macrista Horacio Rodríguez Larreta que,
con carros hidrantes, decenas de vehículos de su infantería policial y vallas
para impedir que la multitud expresase su apoyo, quiso dar una imagen de
“victoria” sobre el peronismo, de “control” del escenario callejero.
Del otro, surgió la fantasía
del comienzo de un “17 de octubre”, la pueblada de 1945 que rescató a
Perón de la cárcel, lo llevó a la Presidencia de la Nación y abrió la Historia
argentina a los mejores 10 años de libertad, justicia y soberanía que recuerden
quienes tienen memoria.
El acompañamiento siguió
jornada tras jornada, hasta que llegó el gatillazo, el disparo que falló y la
muerte que no fue. A pesar del dramatismo de la hora, se puede intentar la
traza del hilo gestor del hecho. Se habla mucho del “discurso del odio”
instalado por sectores partidarios del neoliberalismo a través de la “cadena
privada de medios de propaganda de las corporaciones económicas” que cuenta con
los medios de mayor peso en la agenda “informativa” nacional.
Esas manifestaciones son una
de las formas en que se expresa la defensa de los intereses de los grupos
concentrados de la economía en su puja distributiva por apropiarse de aún más
riqueza que la ya concentrada en proporciones que se miden en el hambre, la
pobreza y la indigencia en la que viven porcentajes vergonzosos del pueblo.
Si quienes siembran vientos…
cosechan tempestades, quienes diseñan odios pueden engendrar asesinos. El
tal Fernando Sabag (ya se considera que no actuó solo y que su accionar fue
organizado), portador de un “un discurso antiperonista, antiK y ferozmente
contrario a los planes sociales”.
«Sano mentalmente”, además de acusado por “tentativa de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por alevosía” es el emergente de aquel discurso, la minúscula cara visible de una prédica que recorre un sendero con mojones como “viva el cáncer”, las bolsas mortuorias, horcas y guillotinas y muñecos cadáveres ubicados en Plaza de Mayo por los simpatizantes de la derecha local, y el pedido de pena de muerte para la vicepresidenta por parte de un diputado nacional macrista.
El artista Miguel Repiso,
REP, en la edición de este 2 de septiembre del matutino Página 12, sintetizó
como nadie podrá hacerlo, por más que escriba una biblioteca entera, lo que
implica el “discurso del odio”. Se limitó a conjugar el verbo y darle el remate
lógico de su evolución: “Yo
odio, tu odias, él odia,/nosotros odiamos, vosotros odiáis,/él dispara”“.
La prensa argentina, y de
gran parte del mundo, dedicó sus ediciones al escenario magnicida. Entre los
millones de caracteres utilizados para abarcar el hecho sobresalen los usados
por la nave insignia del grupo Clarín, en la que se ocupa de las “gestiones (a
realizar por el ministro de Economía) Sergio Massa en los Estados Unidos”,
aparentemente redactada antes del atentado y “adecuada” después del mismo[ii].
El “Panorama Económico” del
diario de Héctor Magnetto sostiene que distintos “jerarcas” industriales e
inversionistas “horrorizados”, hablaban “de la irresponsabilidad política de
Cristina, asociaban su teatral defensa con los dislates políticos de Venezuela”
y consideraban que “Massa es un dique de contención, porque después solo queda
la locura de Juncal y Uruguay”, es decir, la esquina en la que quisieron matar
a Cristina.
Desde ese mismo lugar, habría salido la propuesta de lograr un “inquietante acuerdo” con la AFIP de EE.UU. “para acceder a información confidencial de los depósitos de argentinos en Manhattan”. El matutino que conduce la agenda comunicacional argentina y contribuye como ninguno a la generación del odio, termina la nota con una anécdota que, seguramente, el editor olvidó tachar tras el intento magnicida porque, una vez producido se resignifica de manera tenebrosa.
El mismo asegura que
“Patricia (Bullrich) acusó a Larreta de debilitar al PRO: ´Así, dudan de nuestra
futura gobernabilidad´”, lo que provocó gritos y cruces entre la dirigencia
partidaria hasta que Diego Santilli, cercano al jefe de gobierno porteño, la
interrumpió para escupirle en la cara una frase que, ahora, suena tan siniestra
como premonitoria: “Tu única propuesta es cagar a tiros a todos”.
Modelo contra modelo
Desde hace varios años en
muchos países de Latinoamérica y el Caribe, las características de sus
constituciones y las democracias que sustentan parecen quedarle demasiado
estrechas a los intereses de los grupos económicos, a pesar del ritmo acelerado
de la concentración de sus riquezas y de que los gobiernos les respondan
sumisos, con políticas de ajuste dirigidas por el Fondo Monetario
Internacional.
La actual vicepresidenta
argentina, además de mantenerse en el centro de la política argentina (por
realizaciones concretas durante 12 años de gobiernos k y por un carisma que la
convierte en referente de millones) en la coyuntura se convirtió en la variable
política central. En ese marco, la pistola apuntó ante todo contra una
institución de la República y, también, contra quien hoy representa un modelo
económico y social como es el del peronismo y un límite a los planes regresivos
del poder.
La pistola del magnicidio que, esta vez, no fue, apuntó contra una forma de concebir el mundo que defiende la participación de Estado con limitaciones al mercado, es productivista industrial, redistribucionista e inclusivo, latinoamericanista y respetuoso de las diversidades de género. Un verdadero mapa de todo lo que rechaza el neoliberalismo, los grupos de presión de Washington y sus súbditos locales.
En cada ciudad del país, las
multitudes multiplicaron su marcha; sus rechazos a la violencia y al odio
constituyeron su mensaje claro. Del mismo modo, desde el palco se hizo un
llamamiento a la unidad nacional, “pero no a cualquier precio”, sino “con el
odio afuera».
Es otra ola producida por las
aguas en movimiento. Si hace pocos días se dijo que el juicio a Cristina
Kirchner, en realidad, lo era contra el peronismo y los gobiernos populares,
después de la noche del jueves 1° se puede afirmar que el tiro que falló fue
contra la democracia; es el pueblo, ahora, el que tiene en sus manos la defensa
de sus propios intereses.
Notas
[i] CARLOS A VILLALBA: La cara oscura del
WhatsApp: Cristina Kirchner en el laberinto de su épica
[ii] Clarín: Temores al abismo económico y
gestiones de Sergio Massa en los Estados Unidos (https://www.clarin.com/opinion/temores-abismo-economico-gestiones-sergio-massa-unidos_0_MoH5iHWPIe.html)
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/) Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar
Fuente: https://estrategia.la/2022/09/02/una-pistola-argentina-todo-cambia-cuando-el-magnicidio-apunta-a-la-cabeza/