El 4 de agosto de 1976 monseñor Angelelli fue asesinado a manos de efectivos del Tercer Cuerpo de Ejército. El 4 de agosto de 1976 monseñor Angelelli fue asesinado a manos de efectivos del Tercer Cuerpo de Ejército. En reconocimiento a su prédica y martirio, el papa Francisco dispuso, tres años atrás, su beatificación.
El 4 de agosto de 1976 monseñor Angelelli era asesinado a manos de
efectivos del Tercer Cuerpo de Ejército, comandado por el genocida Mario
Benjamín Menéndez, que fraguaron su muerte como un accidente automovilístico.
Por Leonardo Castillo
El obispo de La Rioja Enrique Angelelli asumió que la opción por los pobres y
la defensa de las víctimas valían más que su propia vida, en un país inerme
ante el terrorismo de Estado y la represión ilegal que por entonces perpetraba
la dictadura cívico militar que gobernaba la Argentina.
El 4 de agosto de 1976, hace 46 años, monseñor Angelelli era asesinado a
manos de efectivos del Tercer Cuerpo de Ejército, comandado por el genocida
Mario Benjamín Menéndez, que fraguaron su muerte como un accidente
automovilístico.
En reconocimiento a su prédica y martirio, el papa Francisco dispuso
tres años atrás su beatificación, al igual que otros tres católicos de
la provincia de La Rioja (dos sacerdotes y un laico), que también fueron
víctimas de la última dictadura.
Nacido en 1923 en Córdoba, ingresó con apenas 15 años al seminario y a fines
de los años 40 fue enviado a Roma, donde fue ordenado como presbítero
en el Pontificio Colegio Pío Latino Americano de Roma, en Italia.
A su regreso a la Argentina, en 1951, se vinculó con los sectores de la
Juventud Obrera Católica (JOC) y quedó a cargo de la capilla Cristo
Obrero, en su provincia natal, donde colaboró con el sacerdote italiano Quinto
Cargnelutti.
En medio de los debates por el Concilio Vaticano II, la gran reforma lanzada
por el papa Juan XXIII en 1959, Angelelli obtuvo la designación como obispo y
ya en esos años su compromiso con los sectores menos favorecidos de los barrios
de Córdoba estaba muy difundido.
En función de esta tarea pastoral, el Vaticano lo designó un año después como
arzobispo auxiliar de la provincia, y una de sus primeras medidas
consistió en ordenar que los seminaristas se hicieran presentes en los barrios
obreros para tomar contacto con la realidad.
Angelelli propició desde su Diócesis la conformación de grupos de laicos
comprometidos con los sectores populares de Córdoba. Esas actividades y sus enfrentamientos con la jerarquía encabezada por el
nuncio apostólico Humberto Mozzoni y el cardenal Antonio Caggiano le valieron
que en 1968 se le asignase la Diócesis de La Rioja.
Con un estilo franco, llano y directo, el religioso vinculó desde los comienzos
su tarea pastoral con los sectores más humildes de la provincia.
Trabajó de forma activa para propiciar la organización de los trabajadores
agrícolas, los mineros y las empleadas de servicio doméstico.
Su popularidad era tan grande entre los humildes, que sus misas dominicales
desde la catedral de la capital riojana eran transmitidas por radio para toda
la provincia.
A pesar del malestar que sus postulados causaban a los interventores militares
de La Rioja, en los tiempos en los cuales el país era gobernado por el dictador
Juan Carlos Onganía, la popularidad de Angelelli crecía entre los sectores de
la Iglesia.
Sacerdotes del Tercer Mundo
En esa Argentina que vivía un contexto de creciente movilización social y
política contra la dictadura que se expresaba en huelgas, manifestaciones y
acciones armadas, el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM)
postulaba la teoría de la liberación de los oprimidos y profundizaba el
conflicto con las autoridades de la Iglesia.
Aunque no integraba este movimiento, Angelelli proponía desde La Rioja un
diálogo con estos sectores, una postura que irritó aun más al sector integrista
de la Iglesia encabezados por los obispos Adolfo Tortolo y José Miguel Medina.
En 1973, Carlos Menem, quien años más tarde sería electo presidente de
Argentina, se consagró gobernador de la Rioja y las relaciones entre Angelelli
y esta familia poseedora de viñedos en el pueblo de Anillaco no estuvieron
exentas de conflictos.
Los comerciantes y hacendados de la provincia reclamaron la renuncia de
Angelelli y en 1974 la organización parapolicial Triple A incluyó al
obispo en una lista negra de personalidades que serían "inmediatamente
ejecutadas".
Las réprobas contra la figura del religioso se incrementaron en medio de un
clima de violencia política que se hacía cada vez más extremo.
A principios de 1976, el vicario castrense Victoria Bonamín visitó la base
aérea de El Chamical y pronunció un discurso en el que afirmó que "el
pueblo había cometido pecados que sólo podían redimirse con sangre".
El clima de represión se intensificó en La Rioja tras el golpe del 24 de marzo de
1976, y los sacerdotes que respondían a Angelelli eran blancos del terrorismo
de Estado.
El 18 de julio, los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias
fueron torturados y asesinados en la localidad de Chamical, donde cumplían sus
deberes religiosos.
Dos semanas después, Angelelli decidió viajar a Buenos Aires con el
propósito de denunciar estos crímenes y del campesino católico
Wenceslao Pedernera, ocurrido quince días antes.
El obispo se trasladaba en una furgoneta que tras ser encerrada por un auto,
volcó a la altura del paraje Punta de los Llanos, en la ruta 38.
El cura Arturo Pinto, quien conducía el vehículo accidentado, contó que, tras
permanecer durante un tiempo inconsciente, vio el cuerpo de Angelelli tirado en
el suelo, con "lesiones en el cuerpo, como si lo hubieran golpeado".
Aunque el diario L' Osservatore Roano, órgano oficial del Vaticano, calificó el
hecho como "un extraño accidente", el cardenal Juan Carlos Aramburu
negó que el hecho se tratara de un crimen y la investigación se cerró.
Con el retorno de la democracia, el juez de La Rioja Aldo Morales reabrió el
expediente y dictaminó que la muerte de Angelelli se trató de "un
crimen fríamente calculado y esperado por la víctima".
Sin embargo, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los
indultos del presidente Menem impidieron que las investigaciones continuaran
contra el general Luciano Benjamín Menéndez, titular del Tercer Cuerpo
de Ejército durante el terrorismo de Estado, y los militares José Carlos
González, Luis Manzanelli y Ricardo Román Oscar Otero.
En 2005, la derogación de la leyes de impunidad permitió que el crimen
se investigara como delito de lesa humanidad, y cinco años más tarde se
imputó en el expediente al exdictador Jorge Rafael Videla, a Menéndez y a otros
doce militares y policías.
El 4 de julio de 2014, Luis Fernando Estrella y Menéndez fueron
condenados a cadena perpetua por el crimen de Angelelli.
Un año antes, con la venia del papa Francisco inició el proceso de
beatificación de Angelelli, Longueville, Muria y Pedernera, que concluyó el 27
de abril de 2019 con una ceremonia realizada en La Rioja.
La consagración de los mártires estuvo encabezada por el prefecto de la
Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal italiano Angelo Becciu, y
concelebrada por unos 50 obispos argentinos, dirigidos por el presidente de la
Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, y unos 300
sacerdotes.
Se trató de un reconocimiento al martirio que Angelelli y sus tres compañeros
riojanos sufrieron a manos de los genocidas que intentaron acallar su opción
por los pobres y defensa de la vida.
Fuente: Telam
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