Otro viernes 13, el de mayo de 1966, Rosendo García, Domingo Blajaquis y Juan Salazar fueron acribillados en Avellaneda en un capítulo más de los enfrentamientos armados entre distintas facciones sindicales. Ese hecho dio origen una de las grandes obras de Walsh, una clase magistral de periodismo y literatura.
Por Ricardo Ragendorfer
El 13 de mayo se cumplen 56 años del famoso tiroteo en la pizzería Real,
de Avellaneda, entre miembros de dos sectores rivales del sindicalismo
peronista. Tal episodio originó el libro "¿Quién mató a
Rosendo?", de Rodolfo Walsh, una obra clave del periodismo y de la
literatura argentina, cuya influencia –tanto en la historia nacional como
en el arte de escribir– no merece el olvido.
A fines de 1967, Walsh venía de Cuba, donde había participado en un congreso de
intelectuales. Antes de volver a Buenos Aires pasó por Madrid, y visitó
a Perón en Puerta de Hierro. Al concluir la entrevista, éste lo acompañó a
la antesala. Allí estaba el hombre que tenía una audiencia pegada a la de él. Y
al presentarlos, el anfitrión soltó:
–Los argentinos estamos en deuda con el autor de "Operación Masacre".
"¿Quién mató a Rosendo?" es el resultado de una ardua investigación de Walsh.
Walsh sintió una ráfaga de rubor. Porque no
sabía si el General hablaba en serio o le estaba tomando el pelo. Y le
vino a la mente una anécdota oída no hacía mucho: en ese mismo lugar Perón le
obsequió una foto autografiada a Ricardo Rojo –un joven radical que después se
hizo famoso por su libro, "Mi amigo el Che"–, pero dedicándosela a un
tal “Bravo”. El tipo después lo llamó por teléfono desde el hotel tras
percatarse del “error”. Entonces, el viejo líder esgrimió: “¡Pero si todos los
rojos son bravos!”.
Walsh sonrió al recordar el episodio, mientras el otro visitante extendía una
mano hacia él. Era Raimundo Ongaro.
Ninguno de los dos imaginó en aquel instante el alcance político de tal
encuentro. Ya de regreso en Buenos Aires ese linotipista de 43 años le explicó
al escritor su iniciativa de organizar las bases obreras contra la
dictadura del general Onganía y la dirigencia sindical “dialoguista”. De
modo que lo invitó a colaborar en la redacción del documento con que el 1º de
mayo se lanzaría la CGT de los Argentinos.
Mientras discutían el texto surgió la idea de editar un periódico para
articular aquel proyecto. Su sentido revolucionario también se extendería al
campo de la prensa. Así nació el semanario "CGT". Allí Walsh
publicó los artículos que en 1969 conformaron el libro "¿Quién mató a
Rosendo?"
Disparos en la noche
¿La literatura imita a la vida
o la vida a la literatura? Tal parece ser la pregunta que Walsh intentó
desentrañar a lo largo de su obra. Una pregunta de la que no es ajena su gran
salto desde el relato policial inglés hacia la non fiction. Y que –al menos, en
una oportunidad– él exploró mediante una notable coincidencia de procedimientos
entre ambos géneros.
En "¿Quién mató a Rosendo?" probó con una elocuencia inapelable que
el sindicalista Rosendo García, quien secundaba a Augusto Vandor en la jefatura
de la UOM, fue asesinado justamente por él durante un tiroteo con una facción
opositora en la pizzería La Real, de Avellaneda.
Y supo probarlo al reconstruir la ubicación exacta de sus protagonistas en las
mesas. El asunto es que aquel método es idéntico al que ideó anteriormente en
"Cuento para tahúres", una ficción sobre el crimen de un hombre en un
local de apuestas. Lo notable es que el trasvasamiento de la escena imaginaria
a la real –y acá el nombre de la pizzería es hasta un guiño del destino–
significó un desafío investigativo a tener en cuenta.
Rosendo García era el
segundo de Augusto Vandor en la conducción de UOM.
Walsh cruzó los datos que consiguió
de los testigos presenciales –cuyos dichos le permitieron trazar un croquis del
salón– con los peritajes judiciales obrantes en el expediente. Así pudo
advertir su no correspondencia con el diagrama del informe balístico sobre la
posición de los involucrados y la trayectoria de los proyectiles.
Él estaba en pareja con Lilia Ferreyra, y en el departamento de un ambiente que
compartían en la calle Cangallo al 1600 efectuó junto a ella sus propias
pericias. Durante horas revivieron el momento del disparo fatal, escenificando
los dos sitios clave del hecho: el del victimario y el del hombre que moría.
Walsh, desde el lado del tirador, sostenía entre los dedos la punta de un hilo.
El otro extremo estaba adherido a la espalda de Lilia, y ella pasaba de la
silla al suelo infinidad de veces. De tal modo quedó establecida la autoría de
Vandor en el asesinato de García.
La pesquisa para aquel libro es un ejemplo de los recursos detectivescos que él
solía poner en marcha para llegar a la verdad. Pero, a diferencia de sus
cuentos policiales clásicos, este texto no estaba cifrado en la resolución de
un simple acertijo argumental.
Por el contrario, en sus dispositivos subyacía otro propósito que el propio
Walsh explica en el prólogo: “Su tema profundo es el drama del sindicalismo
peronista a partir de 1955”. Un tema invisible para la opinión pública. Hasta
entonces.
El sepelio de García, tal como lo publicó el semanario "Así". En
la foto aparecen Antonio Cafiero junto a Augusto Vandor, quien se toca la
frente con su mano y tiene un cigarrillo entre sus dedos.
El hecho se había desatado el 13 de mayo de 1966. Esa noche también cayeron
bajo las balas vandoristas dos militantes del peronismo combativo, Domingo
Blajaquis y Juan Salazar. “Para los diarios, la policía y los jueces, esa gente
no tiene historia sino prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas.
La justicia y el honor que merecen no caben en estas líneas; algún día sin
embargo resplandecerá la hermosura de sus hechos, y la de tantos otros,
ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el fin”, escribió Walsh también en el
prólogo.
Al respecto cabe decir que aquel hombre le había encontrado la vuelta al acto
de hacer añicos los secretos del poder. En "Operación Masacre" logró
demostrar –entre otras aristas criminales– que los fusilamientos clandestinos
de la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu fueron realizados en base a
una Ley Marcial aplicada con retroactividad.
En "Caso Satanowsky", referido al crimen, en junio de 1957, del
abogado de un accionista del diario La Razón que se resistía a financiar
campañas sucias, pudo probar que el hecho fue obra de la SIDE por
orden expresa de su director, el general Domingo Quaranta. Y en "¿Quién
mató a Rosendo?", además de señalar la responsabilidad de Vandor en el
asunto, puso al descubierto la podredumbre de la burocracia sindical, sus
negocios con los empresarios y las vinculaciones con la policía.
La literatura ataca
Con "¿Quién mató a Rosendo?", Walsh cerró una trilogía de
investigación iniciada con "Operación Masacre" y luego, "Caso
Satanowsky".
Desde luego que la correspondencia entre la vida y la literatura todavía sigue
siendo un misterio. Pero Walsh al menos demostró que el gran truco de una trama
imaginaria consiste en crear la ilusión de que se está ante un hecho que
realmente sucedió. Y el de una “no ficción”, en lograr que parezca una novela.
En su momento, "Operación Masacre", "Caso Satanowsky" y
"¿Quién mató a Rosendo?" fueron escritas como piezas
periodísticas cuyo valor informativo estaba por encima de sus cualidades
literarias, ya que supieron develar hechos invisibles. Y que, gracias a su
letra, pasaron a ser parte de la historia del país. En aquel camino, claro,
extraviaron su condición noticiosa; o sea, su impacto, en el sentido mediático
del término. Sin embargo tales textos aún son leídos con avidez. ¿Será
porque precisamente ese camino los convirtió en literatura, y de la mejor?
La historia suele repetirse, pero no siempre en forma de farsa. En medio de la
zozobra del presente, el poder de los medios hegemónicos se empeña en la
construcción de una realidad paralela. En tal contexto bien vale revalorizar la
magia del semanario de la CGT de los Argentinos y la figura de Walsh. No sólo
por el quincuagésimo sexto aniversario del episodio que en sus páginas supo
revelar –los asesinatos de la pizzería Real– sino también por su enorme
enseñanza en el campo de la contrainformación.
Fuente: Telam