La ex ministra de Seguridad de la Nación y actual titular de Cascos Blancos habló con Télam de su experiencia al frente de las fuerzas de seguridad, de la formación que reciben, de los contrastes entre las gestiones kirchneristas y macristas, pero también de las dificultades en Rosario y del caso Maldonado.
Por Felipe Deslarmes
Gendarmería es "la prima lejana" del Ejército y son fuerzas que
"tienen muchas cosas en común, más de las que Gendarmería y Ejército están
dispuestos a reconocer", afirmó la exministra de Seguridad Sabina
Frederic, durante una entrevista con Télam en la que repasó su libro "La
Gendarmería desde adentro", presentado
esta semana en una librería porteña.
Al frente de la Comisión de los Cascos Blancos en
la planificación y ejecución de acciones de asistencia humanitaria, la
antropóloga de la UBA -profesora de la Universidad Nacional de Quilmes e
investigadora CONICET- sostiene en su libro que “deambular entre
gendarmes, habitar sus aulas, oficinas, patrulleros y contenedores, caminar con
ellos, entender su sufrimiento, su bronca, su agresión y sus alegrías, y
situarlos en un contexto compartido con nosotros y en procesos sociopolíticos
comunes menos evidentes, suspende el miedo y con ello la cosmovisión que divide
amigos de enemigos, culpables de inocentes, autoritarios de democráticos,
militares de civiles, víctimas de victimarios” le permitió funcionar
de nexo entre las autoridades políticas y militares.
Entre otros temas de abordaje complejo, su libro recupera y valora que el
oficialismo de turno la ubicara entre quienes podían dialogar con
gendarmes y prefectos cuando estos protagonizaron un
conflicto donde se habló de “desestabilizar” y
hasta de “golpe
de Estado”. “Eso fue posible en parte porque, como antropóloga,
contaba con las herramientas para conocer, teórica y empíricamente, la visión
que tienen sobre sus vidas aquellos cuyo mundo pretendemos conocer”, remarcó Frederic
en diálogo con Télam.
-¿Cómo
fue su paso por la subsecretaría de formación del Ministerio de Defensa?
En mi paso por el Ministerio de Defensa, donde estuve tres años (2009-2011) como subsecretaria de Formación, coordiné un consejo de políticas de género por pedido de la Nilda Garré. Fue ahí donde creamos un observatorio de género y después hicimos una publicación sobre la profesión militar en la Argentina con mucho trabajo de campo compartiendo la vida cotidiana de los militares. Eso lo hicimos: Laura Masson en Fuerza Aérea, que sigue trabajando en Defensa; Germán Soprano, en la Armada y yo, en Ejército. Garré había hecho incluir siete programas obligatorios en la formación de los militares y uno de ellos era sobre Derechos Humanos (DDHH). Pero otro fue historia argentina, que no había. Luego Garré me ofreció hacerme cargo de la subsecretaría de Formación. Mi trabajo era evaluar cómo venía eso. Yo todavía no conocía Gendarmería, eso ocurriría recién al año siguiente, en 2012. Mi investigación de siete años allí daría lugar al libro.
-¿Mejoró el nivel de conocimiento de estos temas en las Fuerzas Armadas o sigue manteniendo el nivel de desinterés que encontró al principio?
-Creo que mejoró. Ya al comenzar la investigación sobre la Gendarmería noté que
las Fuerzas Armadas (FFAA) habían mutado mucho más de lo que había avanzado
aquella fuerza de seguridad. Y las FFAA fueron incorporando los DDHH, no solo
respecto del terrorismo de Estado sino también a las funciones que tenían en
ese momento que, entre las más importantes, estaba la misión en Haití. Y la
verdad es que no hubo inconvenientes con los argentinos que estuvieron en esa
misión. No hicieron nada por fuera de lo que debían hacer. Gendarmería en
cambio no se había revisado como institución, dominaba “la vieja escuela”. Y
comenzamos a hacer un trabajo de campo a pedido del ministerio sobre la Policía
Federal, sobre Gendarmería y Prefectura. A mí me llamó más la atención Gendarmería,
sobre todo por ser prima lejana del Ejército. Tienen muchas cosas en común, más
de las que Gendarmería y Ejército están dispuestos a reconocer. No había habido
una reflexión interna de la institución. Por entonces, la incorporación de las
mujeres recién había comenzado. Y además, dato clave que da lugar a mi libro,
es la cantidad de gendarmes que había y la decisión del gobierno de Néstor
Kirchner de hacer crecer a la Gendarmería. Pasa de 17 mil efectivos a 38 mil,
en menos de 10 años. Y eso es solo decisión política. Por eso, para mí, hablar
de Gendarmería es hablar del Estado. Es ver a través de ella cómo el Estado se
transformó.
-¿Cambió
su lectura de ser una observadora a ser funcionaria?
-Los antropólogos somos observadores participantes. Estamos muy en contacto con
la vida cotidiana. Pero, es cierto, la gestión no es lo mismo. Yo había tenido
experiencia en Defensa y también en la universidad. Además, mis investigaciones
siempre tuvieron un diálogo con las políticas públicas y fueron insumo para la
política; pero no es lo mismo la gestión. Ahí tenés que tomar decisiones y
estás en el nivel máximo, solo debajo del Presidente y del Jefe de Gabinete. El
libro lo terminé en febrero de 2019, es decir, antes de saber que iba a ser
ministra y te diré que entre esa fecha y hoy el libro fue para mí una
orientación. Y también fue parte de las tensiones que viví como ministra. Está
demanda permanente de gendarmes que parecía pretender tener casi de tener uno
gendarme por esquina.
-
En una entrevista en 2020, frente a la consulta acerca de si la sociedad pide
más policía, usted remarcó: “Más gendarmes” ¿A qué se debe?
-Sí, pedían "gendarmes". Nos esforzamos mucho en reorientar la demanda, y que no fueran solo gendarmes sino también policías federales, personal de prefectura, etcétera. Y ordenamos el despliegue de gendarmes en el AMBA, de manera que los efectivos de Prefectura estuvieran en los municipios costeros del Río de la Plata y hacia el interior pusimos a la Gendarmería, a la Policía Federal y a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). La demanda supera siempre la disponibilidad de personal; la verdad es que una persona no se puede repartir en 5. Es una manta corta. Por otra parte el pedido en números no está basado en ninguna lógica. Te dicen “necesito 200” y te preguntás por qué. Porque todo depende del operativo que montes. Pero la demanda es únicamente para las tareas de prevención. Por eso llegamos a la gestión ofreciendo profesionalizar las fuerzas en investigación criminal y en inteligencia criminal, manteniendo las dos cosas separadas. Algo muy difícil de desarrollar en la Argentina de la emergencia.
-¿Y cómo respondían frente a históricas demandas en seguridad?
-Hubo un momento en que, desde la provincia, había un requerimiento particular.
Les ofrecimos una fuerza de respuesta rápida que había creado la Policía
Federal mostrando que también se podía hacer mucho, de otra manera. Porque hay que
tener en cuenta que cada acción tiene un costo humano. Nos habían presentado
esta propuesta de respuesta inmediata. Y nos pusimos a trabajar en la versión
final que es una fuerza modular con vehículos de distinta capacidad de
respuesta, incluyendo motos. Esto es algo que funciona en zonas urbanas en el
momento en que la gente entra o sale de trabajar. Se fragmenta para cubrir un
espacio mayor y después se vuelve a replegar. Así, se hicieron operativos
exitosos en Rosario, por ejemplo. Hay mucho para hacer y empezamos a ofrecer
otras herramientas.
“ROSARIO TIENE UN PROBLEMA GRANDE QUE ES SU PROPIA
POLICÍA”
-Aunque para hablar de Rosario necesitaríamos una nota aparte
¿podría identificar cuál es el principal problema de esa ciudad?
- Rosario es muy difícil. Tiene un problema grande que es su propia Policía que
no termina de constituirse, que no logra la legitimidad que necesita. Y como
son parte del problema, aparece el tema de la desconfianza. Hay mucha fuerza
federal en Rosario, pero no alcanza por todo lo que hay que hacer. En octubre
del 2020, creamos una sede allí para tratar de mejorar el trabajo que hacen las
fuerzas con la Justicia, porque había desarticulación entre las causas y mucha
parálisis investigativa.
-¿Qué
diferencias concretas nota al contrastar “desde adentro” de las fuerzas, el
período kirchnerista del macrista?
-Si bien en términos discursivos representantes políticos de la derecha como
Patricia Bullrich declamaban que “no iban a tirar a un gendarme por la
ventana”, en términos concretos sí tomaban decisiones imprevistas que ponían en
riesgo a las personas que integran las fuerzas, como ocurrió con el envío de
gendarmes a las 23hs hacia Jujuy donde perdieron la vida 43 agentes. Desde otro
lado, Nilda Garré logró que se incorporaran conceptos de DDHH, incluyendo
políticas de género, de las que también ellos se vieron beneficiados. Pero no
se trata solamente de riesgo físico sino también los expuso a un riesgo
jurídico, penal. Sin embargo, creo que hubo continuidades desde abajo. Por
ejemplo, todo lo referente a formación donde, más allá de los cambios de
programa, como hicieron en la gestión de Bullrich para que no hubiera autores
peronistas, el resto se manejó más o menos igual. Para mí la gran diferencia es
que no había un interés demasiado exhaustivo por parte de Bullrich de analizar
cómo la gente se formaba, algo que sí estaba muy presente en la gestión de
Garré. Y eso continuó un poco por abajo. Se veía que los gendarmes, en algunos
casos, tenían opiniones diferentes de las que avalaba a la ministra de
entonces. En parte porque ahora sabían que eso los ponía en riesgo jurídico
real.
-¿Considera
que los integrantes de las Fuerzas Armadas o de Seguridad son de derecha?
-Hay de todo. Tenés muchos que son peronistas, algunos radicales, otros liberales, pero la inmensa mayoría no te dice lo que piensa políticamente. No habla de su interés o ideología política. Así todo, habría que preguntarse también qué es ser de derecha y de izquierda hoy. No podría responder eso porque no hay encuestas de opinión que tomen este universo profesional. Lo más importante no es la ideología, su inclinación político electoral, sino que actúen conforme al Estado de Derecho.
(Foto archivo Pepe Mateos)
-¿Y se puede decir que tienen algo aproximado a lo que llamamos "consciencia de clase"?
-Primero recordemos que Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad no son lo mismo.
La Antártida puede ser un parámetro de cómo votan las fuerzas armadas, porque
la mayoría son militares. En el caso de las fuerzas de seguridad, de las cuatro
fuerzas de seguridad, en tres vos tenés cuadros de oficiales y suboficiales. Y
aunque no sé si lo llamaría "consciencia de clase", existe una
distancia social y de clase; aunque cada vez las diferencias se achiquen.
Muchos suboficiales tienen títulos universitarios y eso expone cierta tensión
interna. Ahora, cuando hay represión, es ambiguo el sentimiento. Con
Gendarmería, fue clarísimo el caso de la represión en 2017 cuando un grupo de
manifestantes les pedían quitarse las máscaras con celular en mano, “muestren
la cara”, “no nos agredan”, “somos todos argentinos”, decían. Y entonces, en
respuesta al pedido, uno a uno lentamente, se las quitaron. “Sonrían para la
cámara” y “¡Eh! Mirá, son personas”, gritaba al constatar con ironía, lo obvio:
la común humanidad tras la radicalización de la diferencia que el ejercicio de
la fuerza impone. Ellos están muy incómodos cuando los ponen en el lugar de
reprimir a la gente que los putea. No quieren eso. Necesitan legitimidad. Por
eso la gestión de Bullrich los puso en el peor de los mundos. Y después
aparecen reflexiones que exponen esa ambivalencia, como planteos sobre si son o
no trabajadores. Cuesta; no es fácil ese lugar. Por eso nosotros, desde que
asumimos, no tuvimos ninguna escena de esas. Las evitamos todo lo que pudimos.
Por ejemplo, frente a la demanda el primer día que llegamos al Ministerio de
que enviaramos gendarmes para reprimir en la zona del lago Mascardi, propusimos
una línea de resolución alternativa de los conflictos, que fue realmente
fructífera. Quisimos evitar más muertos. Sabemos el costo que significaría
tanto para el Estado como para la fuerza y para la población.
-Desde
la política, se intentó varias veces el encuentro entre civiles y militares
comprendiéndose como parte de la misma sociedad. Un caso emblemático fue el
Operativo Dorrego, en 1973 ¿Cómo cree que debe darse esta relación y qué lugar
tiene la formación para lograr esto?
-A mí lo que me llama la atención de esto es que pasaron muchísimos años. Y no
solo eso, sino que también hubo mucha gente que trabajó muchísimo para que las
cosas cambiaran. Desde los organismos Derechos Humanos hasta la propia
población, con sus manifestaciones masivas, pero también desde el gobierno de
Néstor (Kirchner) o incluso el de (Carlos) Menem o el trabajo del CEMIDA que
fue un trabajo muy invisibilizado donde hubo militares que se negaron a
torturar incluso en dictadura. Te recomiendo el documental Santa Lucía, de
Andrea Schellemberg (https://www.youtube.com/watch?v=cIyJz7I8xSU) donde refiere
al caso del Coronel Mitelbach en Tucumán. Es importante tomar conciencia de
todo lo que se hizo para que las Fuerzas Armadas y de Seguridad se convirtieran
al Estado de derecho. Si comparáramos nuestras fuerzas con las chilenas,
las brasileras, las peruanas o las colombianas, encontraríamos diferencias
enormes. La intolerancia que hay a la violencia en nuestras fuerzas es muy
grande. Por supuesto que hay excepciones, como en todo, pero por suerte somos
muy intolerantes a la violencia y en las fuerzas de seguridad también pasa eso,
al menos en su mayoría.
-Un
parteaguas para Gendarmería fueron los casos Maldonado y Rafael Nahuel. En su
libro revisa cómo el caso Maldonado remitió más a la dictadura que a los 15
años anteriores ¿Cómo vivió Gendarmería estos casos?
-Gendarmería es una fuerza "híbrida", como dicen ellos, o intermedia.
Es una fuerza de seguridad con funciones de defensa. Se ocupaba del cuidado de
las fronteras y después fue llamada a cumplir otras funciones adicionales.
Maldonado es un caso que tiene múltiples miradas y tensiones. Una es la que
lleva al episodio de los 70, según la cual no hay lugar a dudas de que a
Santiago lo desaparecieron y lo arrojaron al río. Pero ni siquiera la autopsia
del EAAF confirmó esa hipótesis. Si hubieran dicho algo diferente… te digo que
confío plenamente en el EAAF. Pero entre esa pericia y lo que yo fui escuchando
desde adentro de la Gendarmería y lo que hicimos siendo yo ministra, como la
investigación administrativa me lleva a creer que fue pura negligencia.
Torpeza, torpeza y más torpeza más la decisión política de hacerlos hacer algo
para lo que no estaban preparados. Ahí lo que debió haberse hecho era movilizar
al Destacamento Móvil 4, como explico en el libro.
-
¿Qué ocurre con la Gendarmería cuando ocurre un hecho como el de Maldonado ¿se
abroquela? ¿Hay quienes toman distancia y dudan?
-Internamente ninguno de todos aquellos y aquellas con las que hablé podía
creer que alguien de la fuerza pudiera desaparecer una persona. Nadie. Nadie.
Nadie. Era inadmisible para todos.
Fuente: Telam
Fotos: Maximiliano Luna