La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación presentó "Negacionismo", el primer número de la colección Repertorios. Perspectivas y debates en clave de Derechos Humanos.
Escribe Alejandro
Kaufman
Repertorio es una publicaciones destinada a reflejar y difundir los aportes y debates en el campo académico y de divulgación acerca de diversas temáticas vinculadas a la agenda de los Derechos Humanos en Argentina y a nivel internacional.
Sobre qué es el negacionismo y la gravedad de este comportamiento opinó para Télam Alejandro Kaufman, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Quilmes, e investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA-Sociales), quien participó del panel de presentación.
Para designar al negacionismo hay que delimitar el término, antes para
exterminios y genocidios -o fenómenos afines- que para la negación de la
realidad fáctica. Sin esta distinción caeríamos en su trampa, consistente en
admitir un debate sobre el reconocimiento de hechos cuando poco tiene que ver
con ello.
El primer paso por el que se cae en la trampa tendida por los negacionistas es
aceptarles la separación entre a) el hecho que se niega y b) la negación. No
son dos cosas diferentes sino una y misma cuestión, precedente al genocidio o
exterminio.
A diferencia del exterminio, las guerras están sustentadas por antiquísimas
tradiciones, doctrinas, bibliotecas, armas diseñadas según estrategias,
ejércitos innúmeros entrenados y preparados: todo a la luz del día, consentido,
deliberado, legal, vinculado con moralidades o hasta religiones.
El exterminio, en cambio, no viene anunciado ni precedido por nada parecido. Se
prepara en el orden de la lengua, a través de segregaciones, inculpaciones y
eufemismos. Mientras suceden tales preparativos, como quien no quiere la cosa,
al que dé aviso de incendio, como sabemos, se le ignorará o se le opondrán
enunciados negacionistas; dirán que los eufemismos, las segregaciones y las
inculpaciones son opiniones, y que toda interdicción es censura.
Una vez en curso el exterminio, su acontecer es clandestino, aludido con nuevos
eufemismos y segregaciones, todos ellos siempre desmentidos por afirmaciones:
lo que está ocurriendo no está ocurriendo, las denuncias y testimonios son
falsos, y además tal cosa no podría suceder.
Una vez que el genocidio o exterminio queda inconcluso, si no logra todo lo que
se propuso, se lo da por finalizado, aunque la sentencia liquidadora, la
solución final, es irrevocable porque nunca fue pronunciada como tal. O sea: se
trata de una sentencia denegada como tal, que cuando se lleva a cabo no es
explícita. Una vez finalizado se dice nunca más, se llevan a cabo diversas
medidas como desnazificaciones y juicios a Juntas, y se establece la
institucionalidad democrática y la libertad de expresión.
Es entonces cuando cómplices y adherentes al genocidio o exterminio,
deslegitimados, marginados y prohibidos, encuentran en lo que llamamos
negacionismo la forma de dar cauce a la continuidad de sus propósitos. El
asunto no es que nieguen lo sucedido: no lo niegan, o niegan que niegan
pero...; y emplean fórmulas pertenecientes al orden retórico y veritativo que
confirieron a la lengua desde el huevo de la serpiente. De nuevo acechan la
fibra incauta de una sociedad que no pudo prevenir primero, ni evitar luego, ni
erradicar definitivamente el horror. Y caemos de nuevo en la trampa.
Frente al negacionismo, la estatalidad no puede sino ser responsable y
caracterizarlo jurídicamente. Por lo demás, efectos adversos, dudas e
incertidumbres ocurren como con todo lo judiciable; solo de todo ello no se
infiere despenalizar.
El negacionismo es un crimen inseparable del
exterminio y debe ser reconocido como tal por el Estado y por la sociedad.
Alejandro Kaufman es profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la
Universidad Nacional de Quilmes. Participó del panel de presentación de
"Negacionismo", primer número de la colección Repertorios.
Perspectivas y debates en clave de Derechos Humanos realizado por la Secretaría
de Derechos Humanos de la Nación.