¿Por qué Malvinas es una suerte de "caja negra" para los argentinos? ¿Qué nos falta saber? ¿Cómo intentar un análisis que saque a los actores de los estereotipos y permita conocer mejor el conflicto?
A 40 años de la guerra
de Malvinas, la sociedad argentina descubre puntos ciegos del enfrentamiento y
cuestiones tabú que abren debates pendientes y, en el ejercicio de iluminar la
historia desde el presente más coyuntural, surgen también nuevas preguntas.
El sociólogo y doctor en Historia Sebastián Carassai acaba de publicar
"Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros antes de la
guerra" (Siglo XXI Editores), en el que recupera parte de la historia
más larga de las islas -que atraviesa el siglo XX y puede remontarse al siglo
XVIII, cuando tres potencias imperiales como Francia, Gran Bretaña y España
disputaban aquel territorio- desde el tratamiento de la prensa de fines de los
'60 y los '70.
El ensayista cuenta, entonces, en qué medida cambió la forma de contar y
abordar el conflicto a lo largo de los años.
"Lo que permanece,
al menos desde los cuarenta hasta la guerra, es lo que yo llamo una 'comunidad
emocional' en torno a las islas. En el centro de esa idea está la convicción de
que las Malvinas ´fueron, son y serán argentinas´. Con diferentes intensidades
y modulaciones, las canciones que se compusieron sobre las islas en esas cuatro
décadas, que forman parte de los materiales que analizo, prueban que esa
comunidad emocional siempre estuvo presente", cuenta el autor y sostiene
que otros elementos, sin representar una ruptura, sí evidencian cambios.
"A mediados de los '60 las Naciones Unidas adoptan la Resolución 2065 y la
cuestión Malvinas ingresa a la agenda internacional. En los '70 también estaba
la percepción de que las islas podrían albergar en sus aguas una especie de
nuevo Kuwait (país petrolero ubicado en el Golfo Pérsico). La evolución de la
cuestión Malvinas en la sociedad argentina es indisociable de ese tipo de
noticias que en sí mismas agitaban el nacionalismo, sin necesidad de que nadie
se pusiera al frente de la agitación", advierte Carassai.
En la segunda mitad de los '60, cuando trascendió que la Argentina y el
Reino Unido mantenían conversaciones, el tema comienza a ocupar en la opinión
pública un lugar inédito. Malvinas se vuelve tapa de revistas
populares y los encuestadores comienzan a incluir el tratamiento oficial de la
temática en sus mediciones sobre la opinión del ciudadano de a pie acerca del
desenvolvimiento del régimen militar de entonces, encabezado por el general
Juan Carlos Onganía."Cuando en los '60 y '70 se hablaba de Malvinas en la
prensa y en la opinión pública argentinas, el horizonte lucía esperanzador,
todo estaba por ganarse, Malvinas era parte del futuro. La guerra perdida y sus
secuelas modificaron ese panorama", analiza el sociólogo.
¿Decayó el interés social sobre el futuro de las Islas? Carassai advierte que
no se trata de que hoy no existan voces optimistas; las hay en el llano como en
los despachos aunque muestra un reparo sobre la perspectiva de cara a lo que
viene: "Ese optimismo no interpela a la sociedad con la misma fuerza que
antes. No tengo estadísticas, pero mi intuición es que hoy Malvinas, para
muchos, sino para una mayoría de la sociedad argentina, remite fundamentalmente
al pasado, a la guerra, y no al futuro".
Rosana Guber es antropóloga social, investigadora del Conicet y trabaja
investigando Malvinas desde fines de los '80. Es autora entre otros
libros de "¿Por qué Malvinas?", "De chicos a veteranos",
"Experiencia de halcón", y dirige el proyecto "Mar de
Guerra". Según su mirada, el conflicto es "una caja negra para los
argentinos".
"Lo que queda por abordar de Malvinas al cabo de todos estos años es la
guerra -agrega-. No sabemos qué pasó, no sabemos cómo la hicieron los
combatientes, no hablamos con ellos, sólo rejuntamos anécdotas y las retenemos
para abonar a la historia plausible que nos han enseñado".
Advierte que nos pasamos 40 años negando "que hubo guerra, combates y las
circunstancias de muerte y supervivencia tanto argentinas como
británicas".
"Esto es lo que descubrí: que se nos pasó la guerra, que ignoramos a los
combatientes porque los teníamos pre-calificados como víctimas y como
victimarios o cobardes. Nuestra plausibilidad es ínfima, estrecha, y totalmente
carente de imaginación", analiza, categórica, Guber quien también dirige
la Maestría en Antropología Social de IDES-EIDAES/UNSAM.
La periodista Agustina López, consciente de esos hiatos sobre el conflicto,
acaba de publicar "Darwin, una historia de Malvinas" (Galerna),
un libro de investigación que nació en 2017 durante los días en los que cubrió
para el diario La Nación el trabajo del Equipo Argentino de Antropología
Forense.
La forma casual, casi artesanal, en la que descubrió el trabajo del británico
Geoffrey Cardozo y su papel casi desconocido dan cuenta de hasta qué punto aún
es necesario contar la guerra. "En medio de toda una explicación bastante
técnica, alguien mencionó que la persona que había construido el cementerio en
1982 había sido un militar inglés. Automáticamente rastreé a Geoffrey
Cardozo, quien nunca había hablado para ningún medio argentino y
publiqué la nota dos días después sobre el soldado inglés, el último en tocar a
los caídos enemigos", cuenta López sobre la historia que le permitió
contar el nacimiento del Cementerio de Darwin sin apelar una visión maniquea de
buenos y malos.
Carassai investigó y llevó esa noción de desconocimiento al título de su
último libro. Cree que lo que ignoramos de Malvinas refiere no tanto a una
falencia en la diseminación de lo que ya sabemos de las islas, como si de lo
que se tratara fuese de extender a muchos el saber de unos pocos, sino a la
necesidad de "formularnos nuevas preguntas con honestidad". Y abunda:
"Falta que logremos hacernos preguntas cuyas respuestas realmente no
conozcamos, interrogantes motivados por las ganas de descubrir y conocer más
que por el mandato de o el impulso a probar lo que ya sabemos".
Guber explica que, por otra parte, hay cierta tendencia a tratar como
víctimas absolutas a los combatientes argentinos, invisibilizando
incluso su destreza táctica y profesional en la pelea.
"Nuestra
historización dominante de Malvinas, esto es, la más extendida y con mayor
poder de difusión y acuerdo social, presenta a Malvinas como un capricho
militar que llevó a los soldados como si fueran presos, y los expuso ante un
formidable enemigo. Ciertamente, no fue así. Pero el punto neurálgico de esta
versión es la participación de la sociedad civil y política en todo el trayecto
que se inicia en la mañana del 2 de abril", advierte la antropóloga, quien
en "¿Por qué Malvinas?" cuenta en qué medida la población estuvo de
acuerdo con la recuperación territorial y con el envío de soldados conscriptos.
"Esto queda invisibilizado en la minorización de los soldados. Eran chicos
de 18 años, la mismísima edad de muchos combatientes británicos. Chicos sin
instrucción, aunque la mayoría había hecho el servicio militar en 1981",
recuerda y advierte que es notable leer la rápida generalización con que se
habla de ´los militares´, ´los soldaditos´, ´los ingleses´", recuerda.
También advierte en qué medida esa infantilización empobrece el debate en el
presente: "La Argentina perdió la guerra, las islas y 649 vidas.
También perdió la inocencia. La guerra de Malvinas fue una guerra
internacional, y desde entonces sus contendientes directos se encuentran para
resolver sus heridas. Los británicos saben, mucho mejor que nosotros, quién
peleó y quién no. Estudian aquella ´guerrita´. Nosotros decidimos hablar sobre
ella. No analizarla. Es una lástima. Aprenderíamos muchísimo de nosotros
mismos".
La lectura que puede hacerse de Malvinas adquiere otros condimentos en un
contexto internacional signado por la invasión de Rusia y las imágenes de la
guerra en Ucrania que recorren el mundo. "En antropología uno aprende que
puede estar delante de un fenómeno y no verlo. Hay argentinos que, optando por
el discurso impuesto por el presidente ruso, deciden no hablar de guerra. Mucho
menos de invasión. Es como "la guerra absurda del general borracho´",
propone Guber con picardía.
Aunque es todavía demasiado pronto para saberlo, la antropóloga remarca una
importante diferencia: en Malvinas la población civil fue puesta a
resguardo y la Argentina se cuidó especialmente de generar víctimas. Las únicas
tres kelpers muertas cayeron bajo fuego británico.
Consciente de las simplificaciones y de ciertas cristalizaciones de sentido que
marcaron la forma en la que historización dominante aborda Malvinas, Guber
propone una receta para interpretar el conflicto que marca el pulso de la
época: "Llamo a no tomar postura demasiado rápido y a examinar, con toda
la libertad posible, los datos que nos llegan, para concluir en ponderaciones
fundadas y no en afirmaciones caprichosas".
Fuente: Telam