Esta descomunal mascota, cuyo nombre se debe a la bebida de leche fermentada, vive en al localidad rusa de Stary Oskol. Su propietaria es Yulia, que adoptó a Kefir hace dos años cuando todavía era pequeño y no le confundían con un perro, como le ocurre ahora.
El gato tiene casi dos años y pesa más de 12 kilos. Es decir, que pesa tanto como un niño pequeño. Yulia sabía que lo que tenía entre manos era un Main Coon y que se enfrentaba a un crecimiento muy notorio. Sin embargo, Kefir ha crecido mucho en muy poco tiempo y seguirá haciéndolo hasta los cuatro años. "Nunca imaginé que un gato pudiera llegar a ser tan grande", ha dicho la propietaria al Daily Mail.
Yulia ha confesado que Kefir, que de primeras tiene un aspecto fiero, es muy cariñoso y se deja acariciar por todo el mundo. Está acostumbrado a ser el centro de atención y una mascota bastante mimada: "Por la noche le gusta subirse a mí y dormir. Cuando era un gatito, no me causó ningún inconveniente. Pero ahora se ha vuelto grande y pesado y, por supuesto, es difícil dormir así".