Un enemigo silencioso, artero y letal que penetra por nuestras líneas interiores de manera subrepticia, silenciosa sin hacerse ver con ejército, bandera y banda, que provoca cientos de miles de muertos, debe ser enfrentado por todas las fuerzas organizadas de la Patria a los fines de no sucumbir a la invasión y eso sólo se logra con el concurso organizado del pueblo, con el viejo concepto del General vietnamita Nuyen Van Giap: guerra del pueblo-ejército del pueblo.
Todas las guerras silenciosas a través de los siglos fueron devastadoras, ya que su invisibilidad hace del enemigo una imagen fantasmagórica, oculta, temible que ataca sin presentar batalla, situación que lleva al conjunto de la población a tomar medidas drásticas para evitar su penetración.
Un bombardeo aéreo se percibe, se escucha, un misil lo mismo y un
ataque frontal se visualiza, permite una lucha leal, un combate de iguales,
pero un enemigo invisible es como una amenaza atroz que genera miedo y
angustia, llevando pánico a la población.
Las últimas guerras libradas contra esos enemigos siempre
fueron perdidas por los pueblos, sucumbiendo ante la agresión cientos de millones
de personas desde las épocas inmemoriales, que no sólo acaban con poblaciones
enteras, sino que diezmaban ejércitos enteros pertrechados con las armas más
avanzadas de cada época, pero inútiles a la hora de la batalla. Hace sólo un
poco más de un siglo esa guerra abrió la zaga con 80 millones de muertos, casi
los mismos que en las dos guerras mundiales que conocemos del siglo XX.
Instalar o no una concepción totalizadora de la lucha
Pandémica, es un desafío estratégico ya que su incorporación o no por parte de
la población hace a la posibilidad cierta de poder organizar la defensa en
todas las herramientas con las cuales cuenta un Estado nacional para enfrentar
la amenaza. De no hacerlo, la incomprensión del momento histórico, el
acompañamiento a las medidas sanitarias, la cultura del cuidado se debilita al
calor de los problemas que desplazan a la salud del eje central de la agenda,
priorizando los temas económicos y sociales que suelen ser las consecuencias,
dramáticas sin dudas, no las causas de la guerra pandémica
La concepción de guerra, rechazada en general por los
científicos que ven esa descripción, una ecuación que provoca un desplazamiento
del saber, sin embargo es necesaria desde el punto de vista
político-institucional, en la medida que de su instalación depende la
comunicación al conjunto de la sociedad la idea de un combate que los
involucra, no dependiendo exclusivamente de las herramientas
científico-tecnológicas que se puedan adoptar. Si el pueblo no abraza la causa
del combate, las políticas sanitarias se desvanecen perforando su calidad y
haciendo porosas las medidas higiénicas sanitarias comunitarias.
Floreal Ferrara, Mario Testa, Mario Rovere y otros
autores a los cuales adhiero, se plantean la lucha entre la salud y el medio,
recuperando a Carrillo en cuanto a las determinaciones sociales sobre el
derecho humano a la salud y su concepción de una Ciencia Social, que no puede
ser tratada sólo desde el individuo sino
en el marco de concentración de esfuerzos, sociales, económicos y políticos,
que apuntalen el paradigma de su defensa, antes que se produzca el deterioro y
pérdida del equilibrio que conlleva la enfermedad. Esa lucha es una guerra
continua que se despliega desde el calentamiento global a los miedos
pandémicos, desde los alimentos saludables a la preservación del agua dulce,
desde los salarios a las incertidumbres de la vida ante las crisis y la
pandemia es una de ellas.
Desde la política, en una mirada totalizadora y
carrillista de la capacidad de respuesta sanitaria a la invasión virósica, se
debería dar en un marco de despliegue de medidas económico-sociales que
aseguren la vida de la población y permitan que la instrumentación de las
políticas sanitarias comunitarias se desplieguen sin provocar dolor social.
Además quienes están mejor pertrechados para dar la batalla, empresarios y
sectores de poder económico financieros, deben necesariamente colaborar con
esas políticas desde la maro economía hasta lo laboral, reestableciendo en el
seno del pueblo la solidaridad social compartida, eje nuclear de la Comunidad
Organizada.
Pero así como existe un virus que ataca, hay sectores de
la vida nacional que intentan miserablemente sacar provecho de una situación
límite como es la Pandémica, boicoteando, enfrentando e intentando destruir
cada una de las murallas levantadas para impedir su penetración. Esa actitud
política rastrera y marginal, suele ser aislada por el mismo pueblo que
comprende en su mayoría la necesidad del despliegue de herramientas sanitarias
a los fines de cercar al virus en su invasión, pero no deja de constituir en plena guerra tomada como tal,
como traición a su propio pueblo, por parte de esos sectores que buscan avanzar
casilleros políticos, que nunca lograron construir cuando gobernaron.
Entonces es necesario preguntarnos en una reflexión
común: era necesario o no declarar un estado de guerra a la situación pandémica
a los fines de subsumir a todos los sectores de la vida nacional a un esfuerzo
común en esa batalla, que fue perforada desde el inicio y debilitada por
reclamos de prioridades que no eran tales, frente a la eventualidad de pérdida
de la vida, como en cualquier conflicto bélico?
En ninguna guerra se discute desde el déficit fiscal la
instrumentación de las políticas públicas, ningún pueblo se deja masacrar en
función de ir a la escuela, nunca se combate a
quienes dirigen la batalla, se los ayuda, aconseja, se les plantean
correcciones sanitarias, pero nunca se le plantean alternativas de dejar morir
al pueblo en pos de una economía próspera o una educación plena, enviándolos al
campo de disputa con el enemigo invasor, que habita el espacio comunitario en
donde se hace fuerte en su penetración.
Es cuando debemos reflexionar sobre los acontecimientos de dos años pandémicos y cuatro de peste neoliberal, en un tiempo científico tecnológico que ha permitido por primera vez en la historia de la Humanidad una respuesta terapéutica en tiempo real, frente a una Pandemia a través de las vacunas, que desarrolladas en tiempo récord, han cercado al virus en su ciclo molecular, cuando a nivel internacional han fallecido 5 ,3 millones de personas frente a las crisis virósicas anteriores con cientos de millones de muertos.
La
Guerra Pandémica no terminó, se pudo acotar el accionar a nivel mundial, pero
sus secuelas y la posibilidad de futuras mutaciones mantienen al enemigo
virósico presenta, más aún cuando 1,2 miles de millones de personas en el mundo
están sin vacunas, por la concentración obscena de vacunas en los
países”centrales”, lo cual otorga al virus comunitario oportunidad de nuevas
variantes.
“Nunca es un éxito una guerra porque los cuerpos exánimes
de los vencedores caen sobre los cuerpos muertos de los vencidos”, pero las
tasas de mortalidad tanto mundiales como locales nos hace preveer la
posibilidad de enfrentar nuevas amenazas que seguramente sobrevendrán, ante el
calentamiento global, las destrucción del planeta, la desertización de las
tierras fértiles, las talas de los bosques nativos, la utilización de los
agrotóxicos, la constante combustión de recursos naturales fósiles y el
extractivismo mineral infinito, que contamina, cuando no se cuida el medio
ambiente.
Esta Pandemia nos hizo comprender la necesidad de contar con Estados fuertes que asuman la conducción, planificación y financiamiento de las políticas públicas en especial la salud, destruyendo el mito de Mercado como ordenador social y además recomponer esa solidaridad social, frente al planteo del individualismo egoísta neoliberal.
Esas dos variantes nos permitieron
enfrentar la situación desde otro lugar, que es ni más que menos la Política,
así con mayúscula, dado que sino hubiese asumido un Gobierno nacional y
popular, el hecho pandémico con un sistema sanitario arruinado por la peste de
cuatro años neoliberales que tuvimos que reparar, una economía en crisis por la
misma causa que estamos resolviendo, un pueblo hambriento por la exclusión
social neoliberal, con hospitales cerrados por “ahorro en el gasto”, mientras
se fugaban del país 84 mil millones de dólares robados del esfuerzos de los
argentinos, hubiésemos tenido un desastre sanitario con secuelas humanas
irreparables, crisis social y estallidos comunitarios como en la mayorías de
los países centrales inclusive, donde los sistemas sanitarios colapsaron.
Entonces surge la pregunta: ¿porqué no se pudo instalar el concepto de un país movilizado y en guerra contra el virus comunitario?
Sencillamente porque hubo en nuestra Patria quienes pusieron de rehenes al
Pueblo argentino en función de sus intereses políticos al servicio de una
estrategia continental desplegada por EEUU, que desgastaron desde el primer día
de Cuarentena al conjunto de las políticas sanitarias desplegadas llegando a la
judicialización con la complicidad de la Justicia cooptada por esos mismos
intereses.
Esa ofensiva del enemigo se pagó con miles de vidas de
argentinos ofrecidas en el altar de la anti política, de los sembradores de
odio desde los medios hegemónicos, los propiciadores del caos desde trincheras
opositoras y una campaña de desinformación internacional que ponía en dudas
determinadas vacunas, por la lucha geopolítica mundial propiciada por la
industria farmacéutica y de las patentes de las mismas, que se viene dando
desde hace décadas en ese sector de la industria.
JORGE RACHID - PRIMERO LA PATRIA - www.lapatriaestaprimero.org
BIBLIOTECA
Michael T. Osterholm: La amenaza más letal Ed. Planeta
Jorge Rachid : El mundo del día después Ed. CICCUS
Nicolás Keplaj y otros: Revista Soberanía sanitaria Ed.
Fundación Soberanía Sanitaria
Fuente: https://nacionalypopular.com/2022/01/04/la-guerra-que-no-fue/