El
Licenciado Matías Perrone generó un software para el registro de parámetros de
interés a partir de videos
Casi la mitad de los argentinos están infectados. Investigadores
de la Universidad Nacional de San Martín analizan terapias no invasivas que
permitan contrarrestar los efectos negativos del parásito Toxoplasma gondii, un
organismo unicelular que produce alteraciones a nivel comportamental y
neurocognitivo, así como también daños en varios tejidos del cuerpo. icenciado Matías Perrone
generó un software para el registro de parámetros de interés a
Escribe: Magalí de Diego
La
toxoplasmosis es una infección causada por el parásito Toxoplasma gondii, un
organismo unicelular que es adquirido por los humanos a través de la ingesta de
agua no segura, vegetales mal lavados, carne mal cocida de animales infectados
o a través de las heces de los gatos que tengan el parásito.
Esta
infección, que produce alteraciones en los principales neurotransmisores y en
varios tejidos del cuerpo, se estima que afecta a un tercio de la población
mundial y su prevalencia en Argentina varía entre un 30 y un 50 por ciento,
dependiendo de la región estudiada.
“El
parásito infecta todo lo que puede: desde humanos, otros mamíferos y aves,
hasta mariscos y diversas especies marinas. Para evitar el contagio es muy
importante la correcta cocción de las carnes de consumo, así como también la
higiene de los vegetales que pueden contaminarse si el agua o el suelo tienen
presencia del parásito”, remarcó la doctora Vanesa Sánchez, investigadora de la
Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).
“En
animales, el parásito especialmente se encuentra en los intestinos de los
felinos ya que es un espacio ideal para reproducirse y completar su ciclo de
vida. Como luego los parásitos se eliminan con las heces de los gatos, si
nosotros las manipulamos y no nos lavamos bien las manos, tomamos contacto con
él”, alertó la doctora en Biología Molecular y Biotecnología al señalar algunas
de las principales formas de contagio humano.
La
especialista detalló que “se trata de un organismo que, al infectar a una
persona, se rodea de nuestra membrana celular para adentrarse en las células y,
alimentándose de ellas, aumenta la cantidad de parásitos en el organismo”. De
esta forma, estas células quedan trabajando para alimentar al parásito hasta
que éste las rompe para diseminarse en nuevas células y continuar con su ataque
al cuerpo.
“El
curso de la infección consta de una etapa aguda que dura 15 días y cuya
manifestación implica, en general, síntomas leves similares a la gripe:
ganglios inflamados, dolor de panza y de cabeza. Luego, es seguida de la etapa
crónica en la cual el parásito permanece principalmente en músculo y cerebro,
pero, para evitar la muerte de su hospedador y por presión del sistema inmune,
desacelera el sistema de reproducción agresivo que venía aplicando en los días
iniciales”, explicó la doctora que lleva adelante su trabajo en el Centro de
Estudios en Salud y Medio Ambiente, parte del Instituto de Tecnologías
Emergentes y Ciencias Aplicadas (ITECA - CONICET – UNSAM).
Terapias no invasivas,
un aliado para mejorar la calidad de vida
En
la fase crónica el parásito continúa activo y generando lesiones en varios
tejidos y órganos (cerebro, músculo, corazón, ojo, entre otros).
Particularmente, en el cerebro, estas lesiones generan alteraciones
comportamentales y a nivel neurocognitivo. “Como algunas células de la red
neuronal están cooptadas, no pueden cumplir su función de la misma manera y se
van generando ‘baches’ que interrumpen la interacción neuronal”, advirtió
Florencia Andres, estudiante de Biotecnología e integrante del ITECA-CONICET.
“De
esta forma -señaló Andres-, también se altera a los neurotransmisores más importantes,
como por ejemplo la serotonina y la dopamina, así como también a sus
receptores. Ya que el daño es crónico, es decir, que es continuo y progresivo,
los efectos se van notando cada vez más con el paso del tiempo”.
Dado
que, hasta el momento, sólo hay drogas para eliminar al parásito en su fase
inicial, el equipo de investigación de la Escuela de Ciencia y Tecnología de la
UNSAM comenzó a estudiar terapias que permitan eliminar las estructuras de
resistencia del parásito y/o disminuir los efectos nocivos de la toxoplasmosis
crónica para mejorar la calidad de vida de las personas infectadas.
“En
ratones, estamos implementando un tipo de terapia no invasiva que se basa en el
enriquecimiento del hábitat y consta principalmente del aumento de la disposición
espacial y la incorporación de estímulos novedosos de manera frecuente. Este
tipo de terapia ha demostrado potenciar la plasticidad neuronal y ser efectiva
en otras afecciones, ya que mejora las interacciones en la red neuronal”,
aseguró Sánchez en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
En
el laboratorio, los investigadores lograron poner a punto un modelo
experimental que reproduce gran parte de las afecciones reportadas por la
infección toxoplásmica crónica. “Esto nos está permitiendo llevar adelante
pruebas para registrar la evolución de ciertas habilidades cognitivas y
comportamentales en respuesta a la terapia”, puntualizó la investigadora del
laboratorio de Inmunología, Vacunas y Alergia (LIVA) de la UNSAM. Los
resultados preliminares del ensayo indican que, luego del tratamiento, los
ratones presentarían un progreso significativo en varias habilidades.
“Hasta
el momento, los resultados son muy alentadores y muestran el potencial de este
tipo de terapias no invasivas que son de rápida y fácil aplicación en los
consultorios médicos una vez que se detecta el parásito en fase crónica.
Prontamente, podremos dar a conocer las cifras y resultados específicos”,
aseveró la doctora en Biotecnología y Biología Molecular.
“Esta
investigación resulta de la suma de esfuerzos de muchas personas y es posible
gracias al gran apoyo de la doctora Valentina Martín al respaldo de la doctora
Alejandra Goldman, directora del Centro de Estudios en Salud y Medio Ambiente.
Además, en el proyecto participan la técnica bioterista Laura Furlán, la
doctora Nadia Justel, el licenciado Matías Perrone y los estudiantes de
Ingeniería Electrónica Pablo Capusso, Andrés Berruezo Ruch y Leandro Lucero”,
concluyó Sánchez.
Fuente: Agencia
CTyS-UNLaM |