Los chips de rosa mosqueta se consiguen tras procesar la planta. |
La expansión de la rosa mosqueta en la Patagonia argentina alarma a los productores desde hace décadas ya que se ha convertido en una plaga. Ante esto, investigadores del INTA y del CIEFAP estudiaron sus propiedades y los resultados a nivel energético, comercial y ambiental son muy alentadores. Una planta exótica con potencialidad de biocombustible
Debajo de su atractiva apariencia y sus decenas de usos alimenticios y medicinales, la rosa mosqueta oculta una faceta menos beneficiosa: es una planta invasora, una plaga que le produce dolores de cabeza a los ganaderos de la Patagonia ya que tienen que abrirse paso en el terreno para que el ganado pueda alimentarse y se mantenga la superficie de pastoreo natural. Además, esta planta atenta contra los mallines, humedales naturales de gran producción forrajera donde la vegetación y el suelo son un gran reservorio de agua y resultan fundamentales para la regulación hídrica de la zona.
Al
buscar soluciones para controlar esta plaga y, a la vez, poder aprovechar su existencia,
investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y del
Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP)
analizan la potencialidad de la rosa mosqueta como un biocombustible que genere
nuevos empleos y contribuya al desarrollo económico y energético de la región.
“Como
parte del proyecto se estudiaron las propiedades físicas de la rosa mosqueta
relacionadas a su comportamiento como biocombustible. Las pruebas que se
hicieron no incluyeron al fruto, ya que este tiene un destino comercial
definido y el verdadero problema es el resto de la planta que queda en el
campo”, explicó Fernando Salvaré, ingeniero agrónomo de la Unidad de Biomasa
del CIEFAP Bariloche y Dirección de Bosques de Rio Negro.
“Una
vez que se extrae la planta, se la coloca dentro de una máquina chipeadora que
la va trozando en pequeños pedacitos de entre 2 y 5 cm. Esto es conocido como
chip y requiere muy poco procesamiento ya que sólo debe ser tamizado y secado
para ser utilizado en forma directa en calderas de calefacción”, detalló el
investigador del INTA Bariloche, Leonardo Claps en diálogo con la Agencia
CTyS-UNLaM.
Este
mismo chip puede ser transformado en otro producto para sistemas de calefacción
más especializados. “Para calderas o estufas de alto rendimiento, que cuentan
con sistemas automatizados, se utilizan pellets, es decir, el chip convertido
en aserrín y prensado”, reveló Claps, quien es especialista en Economía y
Comercialización Agropecuaria.
Según
informaron los investigadores, la capacidad energética y el poder calórico de
estos chips es muy bueno, dado que una vez que obtienen el nivel de humedad
necesario, llegan a un rendimiento comparable con cualquier otro material
leñoso. Esto será así siempre y cuando se respeten los tamaños de chip
requeridos por los sistemas de alimentación de los equipos de combustión.
Con
respecto al pellet, el rendimiento también resulta muy competitivo, pero,
dependiendo el uso, puede requerir de una mezcla de insumos. “En este caso,
para un funcionamiento óptimo es necesario hacer un blend con aserrín o con
otros materiales leñosos de aserraderos o de podas previas. Estos productos
tienen una gran capacidad calórica y entran dentro de las normativas
internacionales en tanto emisión de dióxido de carbono y buenas prácticas para
con el medioambiente”, agregó el investigador del INTA.
En
relación a este beneficio ambiental, Salvaré aseguró que “la utilización de
estos equipos para la generación de energía térmica aumenta la eficiencia de
combustión y disminuyen las emisiones en comparación a los sistemas de
calefacción a leña tradicionales (salamandras, estufas económicas, etc.). Los
beneficios ambientales serán significativos si se lograse aumentar el uso de
los mismos por parte de la ciudadanía”.
En
línea con esta idea, Claps recalcó que, “a diferencia de los productos
derivados del petróleo o de minerales como el carbón, este producto genera
energía sustentable y su producción está manejada y cuidada de forma integral
para poder ser sostenida en el tiempo”.
Además,
el investigador aseguró ya están trabajando en convenios de extracción que le
permitan al productor transformar esta biomasa en chips o pellets y, en forma
de contraprestación, el ganadero pueda tener su propia fuente de bioenergía.
“En esta región existe una oferta deficitaria de bioenergía. Con el
aprovechamiento integral de la rosa mosqueta, buscamos contribuir a solucionar
este problema y mejorar la productividad de los recursos naturales que tenemos
en la zona”, subrayó el especialista.
Una plaga aprovechable
La rosa mosqueta, un arbusto europeo introducido en la Patagonia argentina, puede llegar a tener hasta 5 metros de diámetro y desde hace al menos 50 años es considerado por los especialistas como un problema en el bosque y la estepa patagónica ya que su multiplicación es espontánea y atenta contra los mallines y la flora nativa.
Los
investigadores señalaron que, si bien el productor ganadero trata de
erradicarla, la planta tiene un poder de propagación muy importante. “Cuando la
semilla es ingerida por animales del ganado propio o por la fauna silvestre, la
multiplicación es inmediata. Además, la planta tiene la característica de que,
si la cortás en pequeños pedazos, esos estolones van creciendo y, a través de
las raíces, se va desparramando por el suelo”, explica Claps en diálogo con la
Agencia CTyS-UNLaM.
“Desde
el punto biológico -concluye el investigador- su supervivencia es buenísima,
pero al ganadero la expansión de la rosa mosqueta le quita superficie de
pastoreo y, además, la planta tiende a irse a los suelos buenos, que son los
mallines, cuerpos de humedales muy productivos. Aprovechar su biomasa y transformarlo
en un biocombustible que genere bioenergía limpia y sustentable sería una buena
contribución para combatirla”.
Fuente: Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)
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