Tucumano valoró su participación en misión de paz en Chipre.
El joven tucumano Darío Escobar de 31 años regresó el mes pasado de una Misión de Paz en la Isla de Chipre. Con el objetivo de mantener la paz en el lejano país, compartió el trabajo con compatriotas argentinos y extranjeros de distintas Fuerzas Armadas, los llamados Cascos Azules de Naciones Unidas. Una gran experiencia de intercambio, a la que desea volver.
Darío nació en San Miguel de Tucumán en febrero de 1988 y creció con las ganas de convertirse en un infante de Marina de la Armada Argentina como su hermano mayor: “Siempre me contaba de sus actividades y me enviaba fotos; yo estaba muy entusiasmado y no veía la hora de ingresar”.
Sin embargo, su hermano dejó la Fuerza para unirse a la policía pero él sigue fiel a su carrera, “porque la Armada Argentina realmente cambió mi vida”, expresó.
Darío es infante de Marina hace más de 10 años desde su ingreso en el 2007. “Me gusta mucho la especialidad, es una experiencia totalmente diferente a lo que uno imagina desde casa e incluso es mejor de lo que uno ve por la televisión”, explicó el sanmiguelino.
El mes pasado volvió de su primera comisión en la Isla de Chipre, la Misión de Paz número 52 para la Argentina. “Me anoté en la postulación y salí entre los elegidos, me gustó mucho participar, fui con curiosidad porque mi función era diferente a mi especialidad, y cubrí un rol en la columna de transporte manejando los vehículos de la ONU que salen a patrullar”, detalló.
El Contingente Argentino Chipre LIII se unió en el país mediterráneo a los Cascos Azules de diferentes países que integran la Misión de Mantenimiento de Paz en Chipre (UNFICYP). La República Argentina aporta desde 1993 Cascos Azules a la UNFICYP, que fue establecida operacionalmente por la ONU el 27 de marzo de 1964 para evitar que se reanude la lucha entre las comunidades grecochipriota y turcochipriota que se enfrentaron por una disputa territorial.
El Cabo Escobar estuvo 6 meses en Campo San Martín con personal de Fuerzas Armadas de la República de Paraguay además del personal militar del contingente argentino. “Compartir el trabajo con otras Fuerzas argentinas y extranjeras es una linda experiencia”, sostuvo. Ya en 2013 había vivido una experiencia similar al participar de otra Misión de Paz, en Haití, donde trabajó con militares uruguayos, brasileños y de otros países como Nepal.
“Aunque las misiones son largas, y se siente estar lejos de la familia, todo sacrificio tiene su recompensa en lo profesional y mi sueño es volver a Chipre”, concluyó con entusiasmo.
Darío está casado con Jennifer y tienen una hija pequeña de 4 años llamada Martina. Viven en Punta Alta, ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires cercana a la Base Naval Puerto Belgrano y a la Base de Infantería de Marina Baterías, donde se encuentra su destino actual. “Lo que más me gusta de la Infantería es el entrenamiento y las actividades que realizamos”, enfatizó.
En su tiempo libre, Darío Escobar practica paracaidismo en la disciplina Free Fly, que consiste en hacer figuras diferentes en el cielo, mientras está en caída libre. Una de las actividades que más disfruta es salir a pasear con su señora e hija.
En San Miguel se encuentra su hermano, otra hermana y sus padres ya jubilados, a quienes visita asiduamente. Su papá fue estibador de caña de azúcar y su mamá ama de casa y empleada de comercio.
Darío cursó el secundario en el Técnico General Belgrano de la localidad Delfino Gallo del Departamento de Cruz Alta, a 12 kilómetros de la capital tucumana. De su provincia, recuerda el pan casero, “allá le decimos pan amasado, como a las galletas le decimos masitas”, comparte.
De chico jugaba al fútbol en las canchitas de su barrio. Extraña las pastas caseras de los domingos y un dato más sobre Darío: nunca había conocido el mar, hasta su ingreso en la Armada Argentina.